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Más de 20 mil autos quemados en un incendio en Mendoza

El incendio en la playa de secuestros de San Agustín afectó a los barrios de La Favorita, en plena ciudad de Mendoza. Familias sin casa, contaminación y la pérdida del presente y parta del pasado.

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EL DIARIO digital

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"Caían bolas de fuego que iluminaban el cielo, como en un espectáculo dramático de luces. Pero no eran bolas de fuego, no era un espectáculo. Eran partes de autos calientes, incandescentes, latas ardientes. Una especie de bombardeo que puso a correr a los vecinos de La Favorita", describió un voraz incendio en una playa de secuestro de autos en la ciudad de Mendoza el portal Mdozol.com

En la casa de Anabel viven cuatro mujeres y todas dormían. "Escuché una explosión y pensé que era el tanque de agua que se había caído por el zonda. Me asomé por la ventana; y no era el tanque, estaba todo prendido fuego. Salimos con lo puesto para evacuarnos", recuerda la mujer.

Y señala: "Era la playa lo que ardía". Las explosiones se sucedían con un ritmo periódico: no menos de media hora entre una y otra. "Parecían bombas", repiten. Lo que explotaban eran autos; principalmente tanques de gas natural comprimido del campo minado de autos que es la Playa de secuestros de San Agustín. El lugar se prendió fuego el viernes por la madrugada y generó un desastre social y ambiental. El fuego se expandió al barrio y muchos mendocinos perdieron su casa, todos los bienes materiales y aspiraron de manera intensa muchas partículas que, en realidad, ya son parte de su vida.

En el interior de la casa de Anabel hay una oscuridad más profunda que la noche. Todo tiznado, pintado de un negro tan opaco que hace imposible ver aunque el iris se expanda al máximo. La casa aún está caliente, se siente el fuego que hubo y hay riesgo de derrumbe. Como ocurre en todo el barrio, huele a quemado. Un televisor convertido en latas cuelga de la pared; no quedó nada de ropa, muebles y, lo que más duele, se fueron muchos recuerdos. El fuego arrasó la casa y se llevó el presente que construyeron con esfuerzo desde que llegaron desde Perú, y parte de su pasado. "No nos quedó nada. Las fotos de cuando llegamos a Mendoza desde Perú, que estábamos muy contentas, no quedó nada", dice.

Ella, sus hijas y su nieta pasaron la noche a cielo abierto, con una vela como luz y algunas frazadas que le prestaron. "A empezar de nuevol…vamos a poder, no queda otra", dice sin resignarse y con un tono realista. Hay algo que le genera un alivio: gracias a la primera explosión Anabel se despertó y abrió la reja que tenía candado desde adentro. Si pasaban algunos minutos más, el fuego las hubiera alcanzado durmiendo sin poder escapar. Tiene las manos teñidas y espera que con el correr de los días ese barniz se vaya. El resto costará mucho más borrarlo

La casa totalmente quemada

Fue una noche de terror. En medio de un humo negro, espeso, pesado y lleno de contaminantes, las familias corrían con lo puesto. Algunos alcanzaron a amar una mochila, otros evacuaron el lugar en ropa interior. Hubo muchos que negaron a irse. "Me quedé porque no iba a perder todo. Tengo las cosas de mi familia, la heladera con lo que vendo, el auto…todo. Me subí al techo para echar agua, no veía nada, se prendió fuego una parte del jardín, pero salvamos la mayoría", explica Pepo Garro. El hombre es uno de los heladeros más famosos de la ciudad. Asmático, ese humo espeso que inhaló es muy malo. "No se veía nada", recuerda.

En San Agustín hay más de 25 mil autos y decena de miles de motos abandonadas. La desidia genera mayor acumulación. En la vida cotidiana las familias de los alrededores convive con el vandalismo, el olor a óxido, las grasas, el ácido de las baterías y otros contaminantes. Pero cada tanto hay un catalizador que empeora todo: el fuego. El "negro de humo" que aspiran en cada incendio arrastra contaminantes pesados, como zinc y cloro. Incluso algunas partes de autos viejos tienen asbesto, un elemento altamente contaminante, que liberado al aire potencia su peligrosidad porque las partículas se inhalan y se instalan en los pulmones. Los contaminantes liberados pueden afectar la salud de las personas, agravando cuadros respiratorios existentes y generando otros. En la noche del humo negro de La Favorita no hacían falta exámenes. "Era todo negro, se sentía el aire contaminado en la boca", explicaba.

Ciro, Uriel, Dilan, Antón y Bruno tienen de qué hablar en los recreos de la escuelas. Van a contar que se tuvieron que levantar rápido, armar una mochila rápido y correr; rápido y sin pensar. También que ya saben el destino final de al menos una decena de pelotas de fútbol que perdieron detrás del paredón que divide su barrio de la Playa San Agustín. "Seguro se derritieron", dicen afligidos.

Los niños juegan a la pelota frente a la Playa de San Agustín, donde ardieron 25 mil autos. Todos los días respiran el aire contaminado del lugar. 

Cada noche los niños del barrio juegan al fútbol en la calle. Cuando una pelota cruza el paredón, la dan por perdida porque nadie responde a sus llamados. La noche del fuego, se despertaron y corrieron. De sentir el sabor de la aventura, pasaron al miedo. "Armé mi mochila y la de mi hermanito con ropa, agua, pañales. Y salimos corriendo. Caían cosas desde el cielo"; explica Uriel. "Me dio miedo porque se prendían fuego las casas", agrega Antón. Es sábado a la noche y volvieron a la rutina del picado en la calle. Pero también hubo una búsqueda nueva: piezas de autos que volaron y cayeron encendidas; como meteoros peligrosos. Hay chapas dobladas, pedazos amorfos y hasta la puerta de un auto que voló una cuadra.

El foco de todo es la playa de secuestros que depende del Ministerio de Seguridad. Una montaña, un mar de basura que es cada vez más peligrosa. Desde arriba de los cerros se ve. Es, de hecho, lo que más se destaca desde las alturas. Sin toneladas de metales oxidados, ácidos, hidrocarburos, gomas, contenedores de asbesto, benceno, el xileno, el etileno, acetona y muchos contaminantes más. Se cree que el fuego se inició por una quema de cables para extraer el cobre que se expandió y explotó por el zonda. Las llamas superaron los 10 metros; se devoraron todo lo que había y lo que se estaba construyendo.

La montaña de vehículos es un monumento a la desidia. Desde hace décadas se anuncia el traslado, la compactación y otras mentiras. Pero la acumulación crece. El intendente de Capital, Ulpiano Suarez, volvió a alertar sobre el tema. "Insistimos en la necesidad de la erradicación de esta playa, lamento que haya llegado a esta situación extrema", dijo. "Tienen que sacar la playa. Vamos a organizarnos para que lo hagan. Es un peligro constante, no se puede vivir así", decía Susana, que vive con su esposo heladero frente al paredón de San Agustín y tiene quemaduras en el cuerpo por las "chispas" que volaban la noche del incendio, esa noche en que hubo bolas de fuego, humo y espanto en Mendoza. 

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