Opinion

Freno al atropello en el Senado y lucha contra la desmemoria

Al final, la Cámara Alta se puso los pantalones largos e impide que dos jueces de la Corte Suprema de Justicia entren por la ventana; en la semana de Malvinas, el gobierno nacional volvió a derrapar hacia el antinacionalismo extremo, pero choca contra la memoria popular y organizada.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

El Senado Nacional se ubicó por fin a la altura de las circunstancias y puso el límite institucional que desde hace tiempo la cordura pedía a gritos frente a las tropelías y avanzadas del gobierno de Javier Milei y los secuaces que le hacen de adláteres.

La Cámara Alta, que es representación federal, decidió de modo rotundo, sin fisuras ni vacilaciones, que la democracia argentina no merece que con el capricho de poner en marcha un engendro institucional peligroso, se metan por la ventana nada menos que dos jueces a la Corte Suprema de Justicia.

Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla se quedarán con las ganas de ocupar el máximo organismo judicial, también en sanción a su decisión de aceptar los cargos "en comisión" bajo la inaceptable excusa de que el Senado no aprobaba sus pliegos en el tiempo en que Milei consideraba conveniente.

La gravedad institucional de la avanzada libertaria tuvo otra maniobras encerradas en el proceso, incluso en las últimas horas de desarrollo de las deliberaciones, cuando el impresentable asesor monotributista Santiago Caputo también quiso forzar las normativas para que la sesión quedara suspendida.

Al final, después de largo tiempo en que navegaron en las aguas de las complicidades, senadores que se siguen diciendo parte de la oposición aunque en general lo que han hecho es favores al estropicio libertario, esta vez se pusieron del lado de la racionalidad y el decoro.

El radical Daniel Kroneberger y la macrista Victoria Huala acompañaron esta vez ese posicionamiento en defensa de las instituciones de la democracia y se plegaron a lo que el peronista Daniel Bensusán viene haciendo desde el inicio mismo de la actual gestión.

Con ese solo movimiento, se demostró que es una reacción federal frente a una avanzada que, entre otras cosas, es centralista: La Pampa en pleno se plantó contra los jueces que pretendían ingresar por la ventana, y que son no sólo representantes de un sector geográfico poderoso y de espacios patronales, sino también de una mirada patriarcal, puesto que entre otras cosas Milei pretendía llenar de machirulos la Corte Suprema.

Sería deseable que de ahora en más, una vez vencido el tabú de que no puede votarse críticamente contra un presidente elegido por el voto popular, legisladores de distintos colores actúen de acuerdo a sus convicciones y a las necesidades de la comunidad y de los pueblos provinciales que los eligieron para ese lugar.

La reacción de un gobierno debilitado, que se aleja de todos los sectores sociales y que comete torpezas de modo permanente, habla por sí sola: un pataleo cada vez más vacío que se queja de la misma "casta" a la que busca seducir o incluso comprar, como hay suficientes demostraciones, cada vez que necesita de alguna ley que le salve las papas para completar el inaceptable poder que ya tiene entre manos a partir de que le fueron delegadas facultades extraordinarias.

…y una de arena…

El desfasaje con la realidad, la precariedad argumentativa, la insensibilidad más absoluta, quedaron en evidencia en el discurso presidencial durante el día en que el país recordó con dolor y memoria el inicio de la guerra de Malvinas: Javier Milei tuvo un desempeño vergonzoso en el que, entre otras cosas, poco menos que saludó el derecho de los kelpers a su autodeterminación.

A contramano de esa postura tan vacía, las autoridades provinciales de La Pampa estuvieron a la altura de la circunstancia y sintonizaron con excombatientes y familiares: el gobernador Sergio Ziliotto en General Pico, la intendenta de esa ciudad Fernanda Alonso y el intendente Luciano di Nápoli en Santa Rosa se pararon en la vereda de enfrente de Milei, que la semana anterior, al referirse a la dictadura, había coqueteado con el negacionismo y la teoría de los dos demonios.

Los derrapes del gobierno libertario lo conducen cada vez más a un punto de clara identificación autoritaria y antinacional.

El estilo inaudito de las autoridades, pero también la contracción entre quienes tienen funciones esenciales de gobierno, complejizan esclarecer si esas andanadas son fruto exclusivo del cinismo y la crueldad, si son la consecuencia de una brutalidad mayúscula o si son un combo de ambas situaciones.

Los desempeños del presidente son en ese sentido mucho más ridículos que lo que permite que se señale el actual candado de protección mediática del que goza: lee discursos que no entiende y después carga las tintas sobre los responsables de elaborarles ese texto, en este caso los defectuosos ministerios de Defensa y de Relaciones Exteriores.

Pero pocas horas después de semejante derrape está haciendo otro show de cipayismo en los Estados Unidos, donde pronuncia un discurso innecesario, para recibir un premio bizarro, en un escenario cargado de banderas estadounidenses, todo con la zonza expectativa de conseguir una foto más con el presidente Donald Trump.

No es la primera vez que Milei deja entender que su sueño es ser norteamericano y que en rigor odia a la Argentina, o mejor dicho a los argentinos y argentinas que la pueblan, tal como desnudó sin inhibición para sus perversiones el jefe de su Consejo de Asesores Demian Reidel.

La desmemoria respecto de la dictadura y de la gesta de Malvinas constituyen en ese sentido actos lógicos de una gestión que persigue con denuedo la destrucción de la identidad y de la historia.

Pero cotidianamente hay ejemplos en contrario, que involucran juventudes y organizaciones, en la Universidad, en los sindicatos, en las plazas, en la Cultura, en las calles y en los medios florecen también ejemplos de reivindicación de las mejores páginas de un país glorioso.

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