Opinion

Un contraste que duele, pero que también alivia

La semana que se fue dejó en evidencia comportamientos vergonzosos vinculados con el funcionamiento institucional nacional, desde el copamiento de la Corte hasta la represión policial, pasando por las trompadas en el Congreso; en la provincia hubo acuerdos, disidencias, un caso que pone a un fiscal en el banquillo, todo dentro de los carriles democráticos.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

En múltiples oportunidades se ha dicho de modo incorrecto que La Pampa es una isla y una misma cantidad de veces se ha insistido en estas líneas en que esa metáfora no es oportuna. Pero a la salida de la semana que se fue, al menos quedan en evidencia algunos contrastes que por lo menos llaman a la reflexión y al alivio.

El gobernador Sergio Ziliotto presentó de modo formal y con detalles el plan de créditos para que los municipios puedan afrontar mejoras en sus parques automotores: en ese acto estuvieron representadas las intendencias de todos los colores políticos, que a su vez habían refrendado en las horas previas un documento de respaldo a determinadas políticas públicas.

Ni esa ceremonia ni ese posicionamiento discursivo aparecieron por primera vez, y más bien son consecuencia de un proceso en el que resaltan la convivencia, la posibilidad de un cruce armónico de las disidencias, el funcionamiento institucional por encima de los desacuerdos y las pasiones.

Cuando esas mismas características se buscan en el concierto nacional, lo que aparece es no sólo la sorpresa porque se vuelve dificultoso un escenario parecido, sino también el temor de que algunas herramientas del sistema democrático estén en riesgo, y también -¿cómo no decirlo?- la vergüenza del derrape de ciertos organismos que se precian de honorables o intocables.

El actual gobierno nacional juega a lo que mejor le sale, que es exacerbar la grieta hasta puntos peligrosos, pero lógicos si se toma en cuenta el modo en que germinó esa fuerza política: el espacio que a sí mismo se llama libertario sólo fue posible en un clima bélico y de enfrentamiento, donde se le abrió la puerta al discurso de odio de tal modo que hasta hubo reacciones celebratorias cuando se intentó asesinar a la entonces vicepresidenta.

Posiblemente habrá un tiempo futuro en que la comunidad y quizá algunos actores centrales de toda esa trama puedan reflexionar, mirarse al espejo y revisarse para comprender todo el daño autoinfligido, pero en los urgentes tiempos que corren ni siquiera parece haber lugar para ponerse a pensar o para permitir que la sensibilidad sea más importante que los números de un Excel o los "Me Gusta" de las redes sociales.

La idea de que el fin justifica los medios, una máxima que acompaña a distintas formas de poder político en épocas y geografías variadas, tiene en el gobierno nacional uno de los ejemplos más contundentes a mano, puesto que la apelación al fanatismo encuentra límites nunca conocidos y conductas que se practican de modo acrítico.

Así, es posible que los espacios libertarios justifiquen con aplausos y ovaciones incluso los procederes antirrepublicanos que serían los primeros en denunciar escandalizados si los concretaran otros sectores políticos: son ejemplos recientes, y no los únicos, el dedazo para copar la Corte Suprema de Justicia, las maniobras legislativas para evitar la transparencia, los decretazos a troche y moche para tomar medidas cuestionadas, el ataque al verdadero Poder Judicial independiente, el show de trompadas en el Congreso Nacional, la represión policial a la movilización ciudadana que pide por los jubilados.

…y una de arena…

Un cacerolazo en Santa Rosa, el jueves a la noche, fue reflejo de lo que ocurrió también en otros puntos del país en rechazo a la represión policial que hizo blanco en jubilados y jubiladas y en trabajadores y trabajadoras de prensa, uno de cuyos referentes terminó llevando la peor parte en la movilización del miércoles en Buenos Aires.

Peor incluso que la brutalidad policial es la bestialidad discursiva que eligió el gobierno nacional para justificar tamaños ataques: en lugar de alguna autocrítica o mensaje de moderación, tanto el presidente Javier Milei como la ministra de Seguridad Patricia Bullrich prefirieron exacerbar la violencia e incluso lanzar al aire amenazas para los tiempos por venir.

El escenario que están diseñando no es el mejor para el propio oficialismo, pero esencialmente no es el mejor para la ciudadanía y el bien común: la historia, reciente y no tanto, demuestra que cuando reinan la incapacidad y la furia de quienes tienen responsabilidades de gobierno, los padecimientos repercuten en la valle con sangre, dolor y tristeza.

Este miércoles no hubo un muerto porque el profesionalismo médico y el auxilio urgente de los propios manifestantes puso al fotógrafo Pablo Grillo en una situación grave pero más aliviada que la que hubiera padecido si lo dejaban tendido, porque los policías seguían con su desembozada agresión incluso en el momento en que una ambulancia se acercaba al lugar.

Después, el funcionariaje hizo su show mediático y describió el supuesto intento de un golpe de Estado que ni el propio oficialismo se cree, y que si en todo caso se imaginara también habla a las claras del estado de quienes ostentan autoridad, absolutamente incompartible con el ejercicio de gobierno.

Penoso es el rol de dirigentes pampeanos, que en el fondo son ignotos y que en afán de arrimarse al calorcito del poder libertario hablan como si supieran de "no se puede entregar la calle a energúmenos y delincuentes", cuando de ningún modo la manifestación tuvo esa característica, que el oficialismo se empeñó en presentar como una marcha de "barrabravas" aunque no pudieran mostrar a ninguno.

No es extraordinario que los mismos dirigentes que hacen declaraciones incendiarias en tono pendenciero después sean los mismos que huyen de modo cobarde de cualquier interpelación ciudadana que los ponga en incomodidad con un par de preguntas.

Frente a ese escenario vuelve a surgir el contraste: en La Pampa fue noticia durante la semana la aparición de un fiscal increpando policías, advirtiéndoles en mal tono que no les pegaran a los jóvenes, una situación que deriva en la conformación de un jury para ver si hubo un abuso de poder u otra figura poco decorosa por parte del funcionario bajo investigación.

Es obvio que el Poder Judicial provincial tendrá también problemas realmente más importantes, aunque quizá no tan visibles en las redes sociales, pero así y todo el sólo hecho de que ese episodio se haya vuelto discusión en la opinión pública vuelve a exhibir que si se traza una comparación odiosa con otras jurisdicciones, en la provincia todavía hay redes y mecanismos que se parecen a la democracia.

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