Opinion

Un debate sobre el rol de los clubes y el riesgo de un grupo de "marginales" en el Estado

Un enriquecedor debate desembarca en Santa Rosa y la provincia respecto de qué significan las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) y qué consecuencias pueden implicar para la población local; tras los discursos que dieron inicio al año legislativo, algunas conductas reinstalaron la sensación de que el gobierno nacional es comandado por personajes que tienen, al menos, una escasa conciencia social.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

Un interesante debate en torno al rol de los clubes en una comunidad como la santarroseña se disparó ante el planteo público que hizo el Club Social y Deportivo La Barranca, que en un documento expuso una discusión que es amplia y relativamente novedosa.

La Barranca aludió de modo concreto al desembarco de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), una herramienta que desde hace tiempo agita el gobierno nacional libertario, a tono con su posicionamiento ideológico general, según el cual el "dios mercado" es capaz de resolver por sí solo el bien común.

La entidad, que es una organización joven en comparación con la mayoría de los clubes tradicionales de nuestra región, es una asociación civil como lo son la enorme mayoría de los clubes del país, y desde ese lugar apuntó su inquietud respecto de los impactos que generaría en Santa Rosa o en la provincia la aparición de las SAD o de figuras que bajo otro mote se propongan esos mismos objetivos.

Cuando se puso en debate la problemática, decenas de clubes pampeanos, organizaciones del sector, instituciones vinculadas al deporte, y también con respaldo de autoridades estatales, repudiaron en La Pampa la idea de avanzar en una suerte de privatización de los clubes: la idea central de quienes persiguen ese objetivo es claramente el lucro y la concreción de negocios, cuando no negociados, según los ejemplos más conocidos de esas experiencias.

Lo inesperado en este caso fue que cuando La Barranca planteó el tema en el seno concreto de la Liga Cultural, aquel rechazo generalizado se volvió silencio, o incluso acompañamiento a una experiencia puntual que se gestiona en Santa Rosa: el club Estudiantes de la capital provincial regresa a la actividad futbolista de la mano de una sociedad anónima que se encarga del "gerenciamiento".

A los pocos días de trascendido el documento de La Barranca, y con la discusión dando vueltas en la opinión pública, se produjo además un arreglo entre la propia institución celeste y el Club Deportivo Mac Allister, que lleva años de recorrido en el negocio del fútbol, que obviamente hace base en el recurso humano y pone en primer plano las transferencias de jugadores.

Mucho más allá de los nombres y de episodios puntuales, el debate es necesario y bienvenido: la sola definición de una sociedad anónima implica un choque que el objetivo central de los clubes tal como los conocemos hoy.

A grandes rasgos, no está mal refrescar que la actividad social, la preocupación por la vida del barrio y la comunidad, el afán de que la pibada salga de la calle, el trabajo despojado de interés por la rentabilidad, la clarísima meta de la inclusión, la posibilidad de acompañamiento en otras esferas como la salud y la educación, las experiencias y enseñanzas compartidas son asuntos de los clubes, pero no de las sociedades anónimas.

Esa enumeración no puede ignorarse a la hora de definir cuáles son los valores que se persiguen y cuáles los destinos que se pretenden para una comunidad.

…y una de arena…

La semana que se fue estuvo marcada por los ecos del momento democrático en que se inauguran las sesiones legislativas en las distintas jurisdicciones, y a primera vista no puede dejar de mencionarse la diferencia de tonos y de estilos entre lo que ocurrió en La Pampa y lo que sucedió en el nivel nacional.

Tras los discursos del gobernador Sergio ZIliotto y del intendente Luciano di Nápoli aparecieron como es habitual, posturas críticas de los sectores de la oposición política: hubo desde el cuestionamiento sensato hasta la chicana sarcástica, como parte de una regla de ese juego.

Lejos, muy lejos, de las vergonzosas conductas que se vieron en el Congreso Nacional, donde personajes de inaudito poder se convirtieron en protagonistas pero no a partir de la lucidez de su palabra sino de un accionar patoteril en pose mafiosa: el asesor presidencial Santiago Caputo arremetió "sacado" contra el diputado nacional Facundo Manes, según la descripción que hizo la diputada nacional por La Pampa Marcela Coli, testigo privilegiada de la situación.

Desde ya que ese nuevo derrape del gobierno libertario no es tema de interés central para la vida de una Nación, pero en todo caso expone con claridad la impronta de los personajes que rodean al presidente Javier Milei y que manejan en esta hora la toma de decisiones y el presupuesto de la república.

Cunde la sensación de que los principales resortes del Estado están siendo manejados por un grupo de "marginales" -según la palabra que eligió Elisa Carrió-, o lúmpenes, o al menos personas sin experiencia y sin la mirada social que sería deseable: eso sí que es un verdadero riesgo para la democracia.

Mucho más importante, fundamental y cuestión de fondo es, por ejemplo, el nuevo arreglo que el gobierno trama con el Fondo Monetario Internacional, y que quiere hacer pasar por el Congreso en modo por lo menos opaco.

El asunto es que, independientemente del acuerdo, los personajes que manejan los hilos de esas negociaciones no difieren en demasía de quienes han estado en el centro de la escena últimamente por haberse involucrado en la criptoestafa: el ministro de Economía Luis Caputo tiene toda una trayectoria en el mundo de las finanzas y se ha ganado no en vano la etiqueta de timbero, con resultados que no han sido precisamente positivos para la población o para la patria.

No son las formas ni las características personales la columna vertebral de un gobierno, pero quiérase o no, sí inciden notoriamente también en el contenido de las políticas: si una gestión maneja con naturalidad el tarifado (coimas) de reuniones, fotos y participaciones en eventos, es posible que termine adoptando decisiones de fondo según esa lógica, aún en perjuicio de las mayorías o de los sectores a los que el Estado en teoría debe proteger. 

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