Opinion

La Ciencia que se reivindica y las muertes sospechosas de los vulnerables

Un festival organizado por sectores de la UNLPam gestó un encuentro potente con la comunidad y se plantó frente al ataque odiante del gobierno nacional de Javier Milei; el insoportable fallecimiento de dos trabajadores en una obra pública exige una investigación judicial a fondo, pero también un debate sensato y la autocrítica del poder político y empresarial.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

Ante una muchedumbre transversal desde lo ideológico, lo generacional y lo económico, la Plaza San Martín modificó el sábado su fisonomía para abrigar el festival que la Ciencia hizo para reivindicarse a sí misma y defenderse, dando la cara y saliendo a la calle, del ataque feroz del gobierno libertario.

Una numerosa cantidad de stands atrajo la atención de la comunidad, convocó a la ciudadanía, despertó el interés de las niñeces, permitió conversaciones entre personas de distintos ámbitos, echó luz sobre novedades y destinos, y mechó todo ese saber con la posibilidad recreativa, a partir del juego, la música y otras formas de cultura.

Un aplauso para la idea de la Universidad Nacional de La Pampa de fortalecer ese contacto con la sociedad que muchas veces no ingresa a las aulas pero reconoce el prestigio de esos lugares de estudio.

La resistencia a la avanzada de tono fascista vuelve imprescindible generar nuevas alianzas y tender redes con espacios que a lo mejor hasta miran de reojo a la academia, pero entienden, saben, perciben o intuyen que en ese mundo ocurre algo saludable y necesario.

En esas mismas horas, el presidente Javier Milei, subido al éxito de su verborragia odiante -que es la lo depositó en el lugar en el que está- insistió con sus arremetidas, metiendo en una misma bolsa cualquier cosa con tal de justificar el feroz ajuste sobre la educación pública en general y sobre las universidades en particular.

No hay que hurgar demasiado en lo que La Libertad Avanza ha dicho y hecho respecto de la educación para entender que su objetivo final es la desaparición de la Universidad tal como la conocemos, para convertir esa actividad en una mercancía más, sumisa a los designios de lo que llaman "mercado", y que está representado por el sector privado.

No es azaroso el repudio institucional que la UNLPam les dedicó desde su Consejo Superior a los dos diputados nacionales del PRO que avalaron el veto de Milei al financiamiento universitario: Martín Ardohain y Martín Maquieyra entraron de ese modo en la historia, y posiblemente no serán olvidados por importantes sectores populares.

Ardohain no tuvo vergüenza en continuar con su raid de falsedades: después de dar a entender que había huido en un móvil policial porque lo esperaban estudiantes y docentes violentos, soltó a modo de fake news que posiblemente en la UNLPam también hubiera un chofer que cobrara "13 palos".

La mimesis de Ardohain con el libertarismo le ha impuesto el nuevo estilo de la mentira, también porque sabe que en los tiempos que corren la falacia puede generar algún rédito oportunista inmediato, y sin embargo no tiene costos, puesto que algunas características de la época alivianan la farsa: por algo Norman Brisky avisó en la semana que se fue que "nos están robando la ficción, y la ficción está en la Rosada".

…y una de arena…

La intragable muerte de dos operarios en una boca de tormenta de Santa Rosa, cuando cumplían con las tareas que corresponden a una obra pública, no sólo impone la necesidad de una investigación a fondo por parte del Poder Judicial, sino también una discusión profunda respecto de los roles que no cumplen los poderosos y que terminan siempre con las muertes de las personas vulnerables.

A simple vista, y cuando todavía no se cuenta con datos elementales de la pesquisa, sí puede concluirse sin temor a equivocación que las dos personas que fallecieron no tenían los elementos básicos de seguridad para afrontar una tarea riesgosa, lo cual pone en serios aprietos tanto a la empresa responsable del emprendimiento como a los referentes estatales a cargo de la inspección.

A la situación se suma un costado de importante sensibilidad: fue notable que las instituciones y los organismos involucrados no exhibieron toda su empatía con las familias que soportan en esta hora esa tristeza inaudita, puesto que allegados y parientes de las víctimas se quedaron con las ganas de algún mensaje sentido, alguna condolencia elemental, y en síntesis, un poco de humanidad.

Claudio Holgado tenía 24 años y murió el mismo día en que se produjo la situación, cuando posiblemente mareado por tóxicos potentes cayó. Su compañero Ezequiel Iriarte, de 27 años, intentó ayudarlo y falleció por las mismas razones poco más tarde. Un bombero sufrió efectos similares, aunque no letales, y tuvo que ser internado. Un adolescente de 15 años zafó: estaba en la heladería y quiso ayudar, pero no alcanzó a padecer una contaminación tan fuerte.

La marcha en la que familiares y amigos de las víctimas pidieron justicia permitió conocer varios costados de esa realidad, pero sobre todo que la empresa Vial A S.A. no lucía precisamente atenta a salvaguardar las vidas y la seguridad de sus trabajadores, sino incluso haciendo oídos sordos a las sugerencias que recibía en ese sentido.

Los obreros que perdieron la vida eran humildes, prácticamente anónimos para las grandes mediatizaciones de esta época, sin millones en el banco ni poder como sí lo tienen los organismos del Estado y las empresas que son responsables de esa obra pública, y que por el momento sólo han hecho silencio, sin brindar datos sobre el episodio pero además evitando toda expresión de tristeza o de autocrítica.

Por desgracia, no son las primeras muertes de este tipo, ni serán las últimas si avanzan los proyectos desreguladores que se traman en el nivel nacional, y que de la mano con la flexibilización laboral persiguen que las grandes empresas tengan costo cero y que la seguridad y la calidad de vida de quienes laburan sea también un asunto atribuible al azar o al accionar individual.

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