Opinion

Conflicto universitario: entre la reacción esperanzada y la restauración de los odios

La ofensiva contra la educación pública encontró un límite por el posicionamiento de la comunidad universitaria y de una importante porción social que pretende construir futuro; el libertarismo agita sus palabras mágicas y también cosecha respaldos de sectores que se autodescriben como "anti" y que persiguen distintas formas de destrucción.

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EL DIARIO digital

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Una de cal…

La reacción popular en defensa de la educación pública fue contundente y emocionante: el encuentro en las escalinatas de la Universidad Nacional de La Pampa, recordando melódicamente que la Universidad es de los trabajadores, fue uno de los puntos altos de las diversas reacciones ante la ofensiva del gobierno nacional libertario.

Alrededor, festivales estudiantiles, asambleas de debate y reflexión, la fuerte medida de fuerza de la docencia que decidió extender su paro por otra semana y las autoridades intentando informar y divulgar realidades en contra de la andanada de noticias falsas, que también es característica del oficialismo.

El rector Oscar Alpa no dudó en advertir que el verdadero y profundo sueño del presidente Javier Milei es cerrar las universidades y apostar a la privatización de la educación, pese a que el gobierno nacional midió las consecuencias de su ataque y reculó en ciertos aspectos, sobre todo discursivos.

Completó: "las universidades públicas no generan déficit, son auditadas, son transparentes y son la base de la democracia".

Por eso mismo la reacción de la comunidad universitaria, extendida a otros sectores de la sociedad, promete ser un hueso duro de roer y hasta permite la sensación de una esperanza que se dispara en medio de las desilusiones que parecen característica de una época.

Aunque el gobierno nacional afectó con su accionar intereses incluso más graves, como la propia alimentación básica de las personas menos acomodadas, el ataque a las universidades parece ser el que generó un "clic", posiblemente porque se trata de un espacio de riquísima transversalidad, tanto desde lo generacional como desde la pertenencia de clase, desde el posicionamiento ideológico y desde la conformación cultural.

La conmoción que genera la agresión contra la educación también activa reacciones que generan nuevos espacios de divulgación y discusión: sectores quizá no tan politizados que sufren en carne propia la ofensiva agitan su participación, repasan la historia, piensan el futuro, buscan alianzas, comprenden enemigos.

Desde ya que no se vive una era particularmente caracterizada por el intercambio de ideas, o la participación masiva, o el florecimiento de construcciones colectivas, sino más bien todo lo contrario un tiempo mediado por la tecnología, donde el individualismo y la moda parecen ganar por goleada y las verdades se bifurcan, se confunden, se diluyen.

Con más razón, que haya un espacio de reacción también juvenil se vuelve un aliciente y reconcilia en algún punto a la actividad política con su motor original de transformación y justicia social.

Ese es el vaso medio lleno en un contexto de -nunca mejor expresado- vaso medio vacío, en el que resaltan no sólo las medidas antipopulares de un gobierno nacional, sino especialmente las violencias oficiales y un indisimulado gozo de las medidas que generan dolor y tristeza, es decir una exaltación de la crueldad.

…y una de arena…

Las políticas públicas, la vida pública en general, nunca es una foto, y a veces esa película dispara hacia costados impensados, que no estaban ni siquiera en los cálculos de los más previsores: siempre se trata de los hombres, las mujeres, y sus circunstancias, y así como siempre actúa "la virtú", en términos maquiavélicos (la destreza mechada con la voluntad), también incide la fortuna.

Ese cóctel de causas y azares también marcará el andar de un gobierno que tiene pose patotera y pretende que no le importan los obstáculos, pero que cuando encuentra límites porque los sectores populares no se tragan cualquier cosa, es pragmático -se verá hasta qué punto- para dar marcha atrás.

El mismo personaje que empoderado como "León" agitaba el término "voucher" para confundir con un eufemismo que metía bajo la alfombra la real intención de privatizar la Salud y la Educación, en esta semana se mostró como gatito mimoso de las encuestas para hacer retranca y falsear: dijo que no piensa en que las universidades dejen de ser públicas, y ni siquiera en "arancelar".

El gobierno nacional sabe que la estrategia que mejor le sale es la de desfinanciar y vaciar, por eso lo que hizo su veto al financiamiento universitario es justamente poner en riesgo el funcionamiento de ese espacio de la educación pública, y por eso el presupuesto previsto para el año que viene prevé otro recorte.

Pero además Milei, con la ayuda de su ejército de trolls y los medios dominantes que lo siguen acompañando, hace el intento desesperado y cada vez más cuesta arriba, de instalar palabras mágicas para su ofensiva: las mentadas "auditorías", que en realidad ya existen; y la provocadora acusación de que la Universidad es "para los hijos de los ricos".

Es obvio que ese comportamiento pendeciero desde el poder encuentra soldados dispuestos a hacerle de escuderos, aún cuando en el mediano plazo sean claras víctimas de ese accionar: en Santa Rosa se vivió en la semana que se fue parte de ese fenómeno, ante la operación de un grupo autodenominado anti-toma, representante de esa pulsión social que tiende más a la destrucción que a la construcción.

La sola denominación de "anti" va de la mano con los recientes éxitos políticos de los discursos de odio, no sólo en la Argentina sino en buena parte del mundo: no puede ignorarse, de modo cándido, que efectivamente hay un caldo de cultivo para que la restauración de históricos resentimientos obtenga buenos resultados. Pero no hay nada que indique que eso va a durar toda la vida.

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