La resistencia en las calles, la crueldad desde el Palacio

Una de cal…

La multitud que salió a las calles en Santa Rosa, como en el resto del país, para defender el financiamiento universitario y más que eso a la educación pública, fue un mensaje potente y transversal, que en cualquier circunstancia más o menos normal implicaría un freno a la ofensiva oficialista para llevarse puesta a esa perla tradicional de la Argentina.

En el nivel de desquicio que atraviesa la coyuntura política y social del país, sin embargo, el presidente Javier Milei siente que a su juego lo llamaron cada vez que le toca romper la armonía, salirse de la racionalidad y exacerbar sus niveles de violencia y provocación, por lo que la masiva movilización actuó como incentivo para concretar el prometido veto de la ley que había sancionado el Congreso.

El veto no puede borrar lo evidente: hay una enorme mayoría de la población que sostiene incluso con su cuerpo la necesidad de que no se toquen algunas cosas que forman parte de la cultura más rica del país.

Docentes, no docentes y estudiantes, pero también sectores obreros que perciben que sin universidad pública no tendrían en su radar la ilusión de un crecimiento personal o de un llamado ascenso social, salieron a las calles y las plazas y se mezclaron son sindicalismo, organizaciones, sectores políticos, espacios de la vida en comunidad y personas que fueron por su propia cuenta a proteger un preciado bien social.

La movilización fue histórica: en Santa Rosa sólo es comparable a la otra marcha que se hizo por los mismos motivos, en el mes de abril, y en ambos casos la característica fue que, además de ser un encuentro pacífico, estuvo protagonizado por una diversidad única en este tipo de protestas: gentes de todas las edades, profesiones e ideologías dieron los pasos para hacerse notar ante las instituciones y autoridades que toman las decisiones.

Lo lógico sería que esta vez legisladores y legisladoras que alzaron su mano para sancionar el financiamiento sostengan esa misma posición para rechazar el autoritario veto presidencial, y esquiven los aprietes y las negociaciones oscuras, como ya ocurrió cuando el gobierno logró comprar votos a fin de entorpecer la miserable mejora salarial que se había dispuesto para las personas jubiladas.

Ahora, otra vez, Milei juega a que, como ya ha ocurrido en otros momentos desde que asumió su turbulenta gestión, la verdadera casta esté de su lado: los medios del establishment, las figuras del mercado económico y una porción no desechable de la dirigencia política, a la que en modo eufemístico se llama "dialoguista", se ha alineado para defender la mayoría de las medidas antipopulares que atacan el trabajo, la producción y el día a día de las mayorías.

…y una de arena..

Frente a la resistencia en las calles, la crueldad del Palacio sigue acechando, vivita y coleando, dispuesta a ir por todo, pisoteando dignidades, provocando dolores y tristezas, deshumanizando a su paso todo lo posible.

Así como los vetos más mentados se firmaron en perjuicio de las personas jubiladas y de la educación pública, también se dispuso en tiempo record y con excusas insostenibles el cierre de la Gerencia Zonal y de nueve sucursales pampeanas del Banco Nación.

La intempestiva decisión fue a contramano de un acuerdo que había comprometido a las principales autoridades con el gremio del sector, en ratificación de que el valor de la palabra de quienes representan al presidente tiene el mismo valor que le da el propio Milei, quien aún en un mundo muchas veces dado a la falacia como es la política, ya puede ser erigido una suerte de rey de la mentira y el engaño.

La estafa electoral en la que prometió que el ajuste lo iba a pagar la casta fue tan rotundo éxito para un dirigente sin reales méritos para ocupar los primeros planos de la política nacional, que se cebó en su facilidad para falsear y adulterar, naturalizando de modo absoluto lo que ahora se bautiza "fake news", que en esencia consiste en inventar o disfrazar realidades.

Seguir esa lógica sicopática implica contaminarse hasta la complicidad: el jefe del bloque de diputados de la UCR, Poli Altolaguirre, estuvo en el abrazo solidario al Banco Nación y pidió a las autoridades que revisen su decisión, pero expresó más enjundia contra el gobierno provincial porque "le dio la excusa" a Milei, como si lo importante fuera el falso argumento que se toma como razón y no la decisión de fondo del gobierno libertario.

El Banco Nación miente al difundir que retira sus sucursales por la imposición de un aporte que le representa un pequeñísimo vuelto en sus ganancias: si ese no hubiera sido el subterfugio a mano hubiera encontrado otro motivo para el achique devastador, el ajuste antipopular, la venganza contra una provincia que no se quiere poner de rodillas y el ansia privatizador pese al freno que en este punto ya le puso el Congreso.

Ya fue escrito en estas líneas que en ese contexto de degradación de lo político y de lo público, angustia la evidencia de que hay sectores políticos que en lugar de lamentar las consecuencias del cierre del Nación festejan que al gobierno de Sergio Ziliotto le haya salido supuestamente mal la jugada, con la que en realidad apunta a redistribuir un poco más la riqueza durante apenas cuatro meses y con el módico objetivo de atender la emergencia alimentaria.

Toda justificación del accionar ofensivo de Milei, sea ese aval institucional o verbalizado tibiamente, contribuye a sostener una lógica de la confrontación y la violencia en la que el espacio libertario se está especializando y cuyo desenlace es todavía desconocido, pero cada vez más puede anticiparse como peligroso.