Escuchá esta nota
EL DIARIO digital
minutos
Por Santiago Ferro Moreno (*)
La economía argentina ha enfrentado desafíos significativos en los últimos años, caracterizados por altas tasas de inflación, fluctuaciones en el crecimiento económico y debates sobre la implementación de políticas cambiarias, como la devaluación del peso. Este artículo analiza la situación económica actual del país, evalúa los argumentos a favor y en contra de una devaluación y propone soluciones estructurales para lograr un crecimiento sostenible.
En 2024 Argentina implementó reformas económicas centradas en la austeridad, la desregulación y la reducción del gasto público. Estas medidas resultaron en una disminución de la inflación, que pasó del 211% en diciembre de 2023 al 166% en noviembre de 2024, con una inflación mensual mínima de 2,4% en noviembre. Además, el peso argentino se fortaleció un 44,2% frente al dólar estadounidense, elevando los salarios promedio en términos de dólares a $990, pero con un deterioro generalizado del poder adquisitivo. La economía experimentó una contracción en la primera mitad de 2024, aunque el cuarto trimestre mostró un repunte del 3,9%, principalmente impulsado por una recuperación del 80,2% en el sector agrícola.
No obstante, persisten problemas estructurales: la pobreza alcanzó el 57% a principios de 2024, y si bien se proyecta una reducción paulatina, los efectos de la inflación (166% interanual en noviembre de 2024) continúan deteriorando el bienestar social. Además, los precios y costos del mercado interno, en la mayoría de los sectores, se encuentran desalineados en comparación con los países vecinos, generando un esquema de concentración económica y pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores.
Encrucijada: ¿Devaluar o no?
La devaluación de la moneda ha sido históricamente utilizada como una medida para corregir desajustes macroeconómicos, con efectos mixtos. Entre los argumentos a favor de la devaluación se encuentran:
- Mejora de la balanza comercial: Un peso más débil podría incentivar las exportaciones y desalentar las importaciones, reduciendo el déficit comercial.
- Aumento de las reservas internacionales: Un tipo de cambio más competitivo permitiría acumular divisas y mejorar la capacidad de intervención del Banco Central.
Sin embargo, los riesgos asociados a la devaluación son considerables, especialmente para las mayorías y las futuras generaciones:
- Incremento de la inflación: Dado el alto componente importado de la economía (insumos, energía, tecnología), una devaluación encarecería los costos internos y generaría un nuevo espiral inflacionario.
- Mayor carga de la deuda externa: La devaluación incrementaría el peso de la deuda en dólares, generando mayores presiones sobre las cuentas fiscales.
- Deterioro del salario real: Sin mecanismos de ajuste eficientes, la devaluación reduciría el poder adquisitivo de la población, afectando el consumo interno y la estabilidad social.
En este contexto, devaluar implicaría una solución cortoplacista que encubre los problemas estructurales del país, favoreciendo la concentración económica y perpetuando los ciclos de crisis recurrentes.
Salimos o hacemos un rulo...
En lugar de aplicar una devaluación como medida de ajuste coyuntural, es imperativo avanzar en soluciones estructurales que permitan mejorar la competitividad de manera sostenible. Algunas estrategias clave incluyen:
- Reordenamiento de los precios relativos: Actualmente, el desajuste entre costos e ingresos desincentiva la inversión productiva. Es fundamental lograr una alineación que favorezca la eficiencia sin recurrir a medidas de ajuste regresivas.
- Diversificación económica y agregado de valor: Argentina sigue dependiendo en gran medida de productos primarios con escaso procesamiento. Impulsar sectores industriales y tecnológicos con capacidad exportadora permitiría estabilizar la balanza comercial sin necesidad de devaluaciones bruscas.
- Inversión en infraestructura y logística: La competitividad del sector productivo se ve limitada por costos de transporte y deficiencias en conectividad. Mejorar estos aspectos reduciría costos sin afectar el tipo de cambio.
- Educación y formación profesional: Adaptar la educación a las necesidades del mercado laboral y fomentar la innovación permitiría mejorar la productividad y generar empleo de calidad.
- Fortalecimiento institucional y seguridad jurídica: Generar un marco estable y predecible para las inversiones es crucial para atraer capital de largo plazo (de propios y foráneos) y evitar la volatilidad financiera.
La Pampa, con una estructura económica basada en la agroindustria, la ganadería y actividades productivas vinculadas al comercio y la logística, enfrenta desafíos particulares ante un eventual ajuste cambiario. Si bien una devaluación podría mejorar la competitividad de las exportaciones agrícolas, los costos de producción, incluyendo insumos importados como fertilizantes y maquinaria, aumentarían considerablemente. Esto afectaría la rentabilidad del sector y encarecería los precios internos de los alimentos.
Además, el encarecimiento del crédito y la incertidumbre cambiaria podrían desincentivar inversiones en tecnología y agregado de valor en el sector agroindustrial pampeano, limitando el desarrollo a largo plazo. Paralelamente, el gobierno provincial podría experimentar un aumento en la recaudación de impuestos vinculados a la actividad económica, pero a costa de una mayor presión sobre el consumo y la capacidad adquisitiva de los ciudadanos.
En definitiva, La Pampa, al igual que el resto del país, necesita estrategias que vayan más allá del ajuste cambiario. La clave radica en construir un modelo de desarrollo basado en la estabilidad, la competitividad genuina y la previsibilidad macroeconómica. Si bien se necesitan resultados urgentes, tenemos que empezar a pensar curvas de proceso más largoplacistas.
Argentina se encuentra en una encrucijada económica donde las soluciones cortoplacistas, como la devaluación, pueden parecer atractivas pero generan efectos adversos que perpetúan la volatilidad. En su lugar, es necesario avanzar en un modelo de desarrollo basado en el ordenamiento de los precios relativos, la diversificación productiva, la inversión en infraestructura, la mejora de la educación y el fortalecimiento institucional.
Solo mediante una visión de largo plazo será posible lograr un crecimiento socioeconómico que derive en un país más desarrollado, con mayor equidad, estabilidad y oportunidades para todos los sectores.
(*) Docente-investigador UNLPam; Doctor en Ciencias Económicas; Licenciado en Administración de Negocios Agropecuarios.