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EL DIARIO digital
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Despues de 30 años del paso de Diego Maradona por la provincia para su preparación para el Munidal de Estados Unidos, el pampeano Diego Dal Santo reunió en un libro cada día, hora y munoto del 10 por estas tierras.
Vale poner en contexto la situación, Maradona había vuelto a jugar luego de su suspensión por doping en Italia lo que le había costado un año de parate y numerosos escándalos. Volvió en 1992 en Sevilla. Pasó sin descollar pero se lo veía bien. Tanto es así que retornó a la Selección para jugar un amistoso frente a Brasil y luego la copa Artemio Franchi que ganara frente a Dinamarca. Luego de eso se hundió en el ostracismo y despareció de la escena. La Selección de Coco Basile ya no era la de antes y la esptrrepitos caída frente a Colombia elevó una súplica ese mismo día desde las tribunas: la gente coreo la conocida entonación que se le daba al apellido Maradona quien asistía impávido desde una platea a la catástrofe futbolística del 0-5 frente a Colombia.
Maradona volvió a jugar en Newell?s y reapareció en la Selección en el repechaje frente Australia, siendo una de las figuras de ambos partidos. Su paso por e equipo rosarino dejó apenas un puñado de partidos, y de allí otra vez el ostracismo y escándalos. La pampa era la salida y la entrada al Mundial. Allá vino.
Y ahí aparece la historia contada. Dal Santo, fan de Diego y creador del libro "Maradona en números", decidió desentrañar todo lo sucedido en aquellos días posteriores al 10 de abril de 1994, cuando se bajó del avión en La Pampa y lo esperaron 1000 personas, que luego lo dejaron reencontrarse, al punto que, salvo la cámara de Torneos y Competencias autorizada, y algunos pocos testigos habilitados, existen escasos testimonios visuales de su minuto a minuto que, como en cada paso de la leyenda, nada tuvo de ordinario, todo estuvo pintado con una pátina de su magia.
"A paja y trigo vos llegás, nada de cosas raras", le lanzó el profe Fernando Signorini como método para ponerse a punto para su cuarta Copa del Mundo. Y qué mejor lugar que la estancia "El Marito", que le había sido ofrecida por Ángel Roza, mate y pasta frola mediante, en el Balneario Oriente, donde Maradona viajaba para ser anónimo de tanto en tanto. "Le ofrezco mi campo para cuando decida relajarse", le propuso. Esa invitación quedó grabada en la memoria del Diez, y se puso sobre la mesa, junto a otras opciones más cercanas y de mayores comodidades, para aquella preparación. Por algo, el ex PF de Menotti rotuló aquellos días como "los mejores de los más de 4000 que me tocó pasar a su lado".
Fue en esa locación donde se dio una de las anécdotas más crudas y profundas de las resurrecciones de Maradona, contada por Signorini: la noche en la que ahogó una crisis de abstinencia con trabajo físico. "Estaba leyendo en mi habitación antes de dormir, ya habíamos jugado al truco y, de pronto, estaba vestido con la ropa de entrenamiento. Me mira y me hace una seña. Enseguida entendí. Me abrigué y salimos. Era una noche que parecía de día por la claridad de las estrellas. Hicimos piques, trote, carreras Hasta que resopló y dijo 'ya está, ya pasó'. Y nos fuimos a dormir", contó.
Ahora bien, ¿por qué hacer un libro sobre un puñado de jornadas de uno de los mejores (o el mejor) futbolista de la historia, en las que no hace lo que mejor hizo: jugar un partido oficial; sólo algún picado en el terreno desparejo de la quinta, con algunos testigos privilegiados? Lo responde Dal Santo: "Porque soy Maradoniano y soy pampeano. Sólo se conocían dos o tres videos corriendo en un maizal, la idea era que la gente pudiera conocer qué pasó acá. Después de haber publicado un primer libro, el camino quedó allanado. Lo que no se negociaba era el título: Maradona en La Pampa".
"Tan desconocido termina siendo todo, que subí un video de Diego tomando mate con Claudia y las nenas en 'El Marito', y reventó de "me gusta". Comentabann 'uy, mirá, Diego con un mate enlozado'. Es que no vino a una estancia de un productor agropecuario multimillonario, tiene más pinta de campo que de estancia. La gente te pregunta: '¿Diego vino acá?'. Por ejemplo, hay un video serruchando una madera. Y Fernando (Signorini) te dice: 'El objetivo era tenerlo entretenido a Diego, no podía estar medio segundo sin hacer nada, si se aburría, podían venir los quilombos. Y serruchábamos madera porque era lo que usábamos al otro día como estacas para entrenar'. Sólo llevaron pelotas. Por eso, cuando fui conociendo esos detalles, me llamaron mucho la atención", suelta la info a borbotones, con el entusiasmo del fanático que descubrió lo desconocido y necesita compartirlo. Dal Santo habló en Infobae del libro.
-¿Qué cosas te sacudieron de lo que fue surgiendo de la investigación?
-Diego viene a La Pampa con un sobrepeso mínimo. (Néstor) Lentini me cuenta para el libro que lo ve a Diego antes de La Pampa, diagraman los entrenamientos, y lo vuelve a ver cuando regresa. Ahí lo vuelve a analizar y le dan los resultados que tenía en Barcelona 82. Que vuelva a lograr métricas de su primer año en Barcelona y las consiga entrenando en medio del campo, te pone a pensar qué hubiera pasado si no hubiese sucedido lo que terminó sucediendo en el Mundial. Porque lo que le da doping es un quemador de grasas, son mínimos los kilos en los que (Daniel) Cerrini y Signorini no se ponían de acuerdo. Cerrini quería más al Diego de Newell's, y Signorini al del 86; con algún kilo de más, incluso, porque en el Mundial iba a hacer mucho calor. Por tres kilos se da todo...
-Las imágenes que se dieron a conocer siempre de esos días en La Pampa son en el campo. Como si no hubiese tenido contacto con nadie. Y no fue así...
-Lo que se conocía era la rutina de Diego. A la mañana, trabajo en el campo; a la tarde, gimnasio, y otra vez al campo. Y parecía que se había manejado en OVNI, como si no hubiese tenido contacto con nadie. El gimnasio de (Miguel Ángel) Campanino y la pileta del club All Boys siguieron abiertas. Hubo gente que nadó en el andarivel de al lado del de Diego, o boxeadores que practicaron puching ball al lado suyo. Y van surgiendo las historias, de gente allegada a los dueños que lo vio hacer jueguito con una tapita de Gatorade, o el bañero del club All Boys que, sentado en el banco del vestuario, en su primer día de trabajo, le cayó Maradona. Cuando le hice la entrevista a Rubén Marín, el ex gobernador, me contó que cuando tuvo el encuentro con Diego le pidió al al mozo de la Casa de Gobierno que le trajera algo para tomar. Entonces le pregunté si se acordaba quién era, para poder hablar también con él, que me contara la experiencia. No se acordaba, pero me terminó ayudando el hijo. Y el mozo empezó a tener nombre. Así fue pasando con todos.
-¿De esas historias, cuáles te conmovieron?
-Las que más me gustan son las visitas a dos escuelas. Una fue en una escuela-hogar, andando en camino de campo, arenoso. Diego visitó el pabellón de los nenes, tomó la leche chocolatada con ellos. Le pasaron el resorte de la cama con una estanciera a la canchita para que quedara bien y pudiera jugar con los nenes. La segunda visita ya fue en el centro de Santa Rosa. Se había hecho un colectivito que juntó pibes por los barrios; los dejaron entrar al salón de actos y presenciar la charla con Diego. No tenía problemas en la interacción, siempre que los periodistas no rompieran los momentos. En esa charla, un nene le mostró que tenía una pelota, se la dio para que hiciera jueguito y se la firmó. Y haciendo el libro me enteré que ese nene era un amigo mío.
-¿Cuánta gente lo acompañó en esa aventura?
-Él viene con Fernando Signorini, con su representante Marcos Franchi, con su papá, con el Mudito (Rodolfo Acevedo) y Chicharra Pérez -hermanos del corazón de los Maradona, que se mudaron desde Esquina, Corrientes, con la familia-. Después fueron llegando Claudia, Dalma y Gianinna con Silvina, la novia de Daniel Cerrini. El propio Cerrini, Lentini, y Marcelo Cardei, profe de educación física, Coco Basile y el profe Echevarría. También vino Gustavo Rodero, el camarógrafo que después estuvo en la nota del "me cortaron las piernas". Llegó con el productor Julián Abadie; dormían en la misma casa. Luego fueron pasando Carlos Ávila, Marcelo Larraquy, Gonzalo Bonadeo, Daniel Arcucci, Marcelo Bianco... "El Marito" está a 63 kilómetros de Santa Rosa. Por eso el material audiovidual se centra ahí, hay algunas pocas fotos de Diego en el centro. La única foto que se le conoce en el gimnasio la consiguió el periodista del diario El Arena, cubría boxeo y Campanino lo conocía. Diego medio que se enoja cuando le sacan la foto, pero el que se le saca le avisa que tenía el permiso de Campanino. Entonces Diego le dice: "Está bien, pero regalame las fotos". Y los periodistas le llevaron las fotos envueltas en un sobre de papel madera.
-¿Por qué creés que Diego se reencontró consigo mismo en el campo?
-La Pampa es muy tranquila en general, Diego reconoce que podía dormir la siesta. Fue una revolución, pero los medios no lo mostraron de esa manera. No generó lo que hubiese generado Messi hoy en el mismo lugar. La Pampa lo cuidó. Se había vuelto a sentir jugador. "Estoy pasando el mejor momento de mi vida", declaraba. Lo mismo le pasaba en el balneario Oriente. En febrero, en la antesala a esa preparación en La Pampa, estaba alla y fue al único pub de la zona; bailó con los vecinos, con sus hijos y su señora.
En "El Marito" se sentaban a ver las puestas del sol. Y las disfrutaba en silencio. La cantidad de cosas que le pasaban al tipo en esa inmensidad. Hay mucho de volver a las raíces. El padre de Diego haciendo los asados en el piso. "El Marito" tiene una parrilla, pero él los hacía en el piso. Es de las historias más lindas de Diego, con un final que te destruye. Y ojo que no digo que el final ideal sí o sí era con la Copa del Mundo.
-¿Qué final imaginabas?
-Que ganara el Mundial hubiese sido el mejor final, claro, pero lo que él merecía era por lo menos terminar en la cancha. Con todo lo que va de la mano del doping, partiendo de que con los mínimos actuales de hoy, la pseudoefedrina no hubiese configurado doping. Y todo lo que fue pasando, lo sacan del Mundial y su primer defensa fue en agosto, cuando ya no interesaba porque lo habían sacado. El Mundial ya había terminado. Dicen "cóctel de drogas", cuando eran dos, que metabolizadas pasaban a ser cinco. Y las personas que lo juzgaron fue gente con la que se había tiroteado en los medios, ¿qué esperaban que dijeran esos muchachos? En un procedimiento judicial, los que te juzgan, si son parte interesada, deben excusarse. Y fueron los que bajaron el martillo. Yo lo imaginaba al menos eliminado en una cancha, sin el escarnio público al que lo sometieron.
-¿La familia del dueño del campo qué te contó?
-Hablé con la hija y con el yerno. El recuerdo que tienen es del Maradona de entrecasa, el que por ahí después de entrenar pasaba por su casa en la ciudad para bañarse y compartir mates. La hija me dijo: "No era el Maradona de la tele, el que mostraban los medios".