La Pampa

Pensamientos de una puestera en el oeste pampeano

Una historia mínima del oeste profundo. Un docente que escribe desde la cabeza de una mujer, puestera, que vive a la orilla del río Atuel.

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EL DIARIO digital

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Por Jesús Iván Fernández (*)

Venía muy seria la María por la huella. Pero no era esa seriedad de enojo, sino de cuando vas con la mirada fija, concentrada en varios pensamientos a la vez y sin pestañear. El camino largo y golpeado del Paso Los Algarrobos se presta para eso. De repente, el Orlando agarraba unos pozos medio a propósito para ver si la María le decía algo, aunque sea para pelear un poco y de paso al Orlando no le daba sueño al volante. En realidad, el Orlando la viene viendo de hace unos cuantos días y piensa que algo le está pasando. En realidad, la María tiene muchas preocupaciones en sus pensamientos. La gente del pueblo a veces piensa que los del campo no tienen problemas. Que el solo hecho de estar lejos del ruido del pueblo es suficiente para ser feliz y despreocupado de cualquier cosa.  

En realidad, la María tiene cientos de problemas por intentar resolver o buscándole a diario la vuelta para encontrar la solución; el más importante es que su salud ya no está tan bien como antes, y todos los días se piensa y se ve más vieja, con la cabeza más blanca, y va contando el hilo que, cree, le queda en el pequeño ovillo de lana que es su vida.

Ama a sus cabras y por eso venía pensando también en esa chiva mocha que perdió a sus chivitos en el temporal de antenoche y anda buscando y llamando a sus chivitos muertos todos los días. Por eso en el viaje pensaba que le va a encajar un chivito guacho de la overa que parió tres, porque siempre que una chiva pare más de dos, uno seguro termina siendo el más flaquito o termina siendo guacho. Entonces va a aprovechar y cree que la mocha lo va a aceptar como un hijo más.

La María pensaba todo eso y más... también le preocupa que su hijo que acaba de salir del secundario en la escuela Hogar, que estudie algo o pueda encontrar trabajo, y que su nieto, que ya fue papá y la hizo bisabuela, pueda criar bien a su bebé. Y ella tiene que estar muy presente en esa crianza para evitar grandes problemas, porque además el novato padre aún no sabe desenvolverse del todo solo y menos con un bebe recién nacido.

Pero volviendo al asunto de las cabras, la María entiende que es su único sustento y que gracias a esas pocas chivas, toda su familia se está beneficiando aunque solo este ella y su esposo en el puesto. De yapa, seguía pensando ella, los mendocinos cortaron nuevamente el Atuel que baña una partecita de sus tierras y de vecinos de al lado como la Delia y el Victerno. Entonces las aguas vuelven a ponerse peor, la pastura se seca feo nuevamente y las cabras se van quedando de a poco sin leche y es muy probable que no pueda llegar a hacer ningún queso para vender y llevar otros pesitos al bolsillo familiar. Lo único que más agradece a Dios es que éste año llovió un poco más y ayuda al campo y los pocos chivos que fue vendiendo salen bien gordos. Y acá sabemos todos que no hay mejor satisfacción para un criancero que la de quedar "bien" cuando se vende un chivo con los riñones tapados en grasa.

(*) Docente de Santa Isabel y Algarrobo del Águila.

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