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La trampa de la baja del riesgo país

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EL DIARIO digital

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Por Rodrigo Genoni (*)

En un mundo donde los mercados financieros globales tienen gran influencia en el destino económico de los países, el índice de riesgo país se ha convertido en una herramienta clave para los inversores internacionales. Pero ¿qué significa realmente este indicador y cómo afecta a las naciones? El riesgo país, creado por J.P. Morgan a través del EMBI (Emerging Markets Bond Index), mide la confianza de los mercados financieros en la capacidad de un país para pagar sus deudas. Sin embargo, este índice no evalúa si las personas tienen empleo, acceso a alimentos o una mejor calidad de vida. Su propósito es exclusivamente financiero: ayudar a los grandes inversores a decidir dónde colocar su dinero.

Argentina y el impacto del riesgo país

Argentina es un caso claro de cómo esta lógica afecta a los países. Con una historia de crisis de deuda y altos niveles de endeudamiento, el riesgo país ha condicionado muchas decisiones económicas del país. Por ejemplo, cuando el riesgo país sube, pedir préstamos en el exterior se vuelve más caro o incluso imposible. Esto puede frenar proyectos de infraestructura, salud o educación. Por otro lado, un riesgo país bajo es percibido como una señal de estabilidad para los inversores, pero rara vez se traduce en mejoras tangibles para la población.

Gobiernos de distintos colores políticos han intentado reducir este índice, pero muchas veces lo han hecho aplicando recortes en el gasto público o ajustes que afectan directamente a las personas. En cambio, el índice privilegia indicadores como el superávit fiscal, que muchas veces se logra a costa de políticas que profundizan la exclusión social. Es decir, prioriza que el Estado tenga dinero para pagar deudas, aunque eso implique menos inversión en salud, educación o desarrollo productivo.

Un problema más profundo

El riesgo país no mide si la economía de un país genera más trabajo, si se combate la pobreza o si las industrias crecen. En cambio, se centra en garantizar que los inversores extranjeros recuperen su dinero con intereses. Este enfoque muestra una desconexión preocupante entre las prioridades del sistema financiero internacional y las necesidades de las personas.

Argentina, como otros países, enfrenta un dilema: equilibrar las demandas del mercado financiero con las urgencias de su población. ¿Es posible romper esta lógica y construir un modelo que priorice a las personas por encima de los intereses del capital internacional?

Un llamado a reflexionar

El índice de riesgo país no es un número neutral. Es una herramienta diseñada para servir a los intereses de los grandes inversores, no de las mayorías. Cuestionarlo y exigir políticas económicas que prioricen el bienestar de las personas es un paso necesario para construir un sistema más justo y humano. Porque, en última instancia, un país no se mide solo por su capacidad de pagar deudas, sino por su capacidad de garantizar una vida digna a su gente.

¿El riesgo país bajó? Una noticia que no está pensada para vos

Cada vez que en Argentina los grandes medios anuncian con bombos y platillos que el riesgo país bajó, es común escuchar frases como: "Ahora las cosas van a mejorar" o "Esto nos beneficiará a todos". Sin embargo, ¿es realmente así? ¿Qué significa esta noticia para vos, que trabajás todos los días, que luchás para llegar a fin de mes, o que esperás que tu situación económica mejore? La realidad es que esta noticia no está pensada para las mayorías, sino para un grupo reducido de actores financieros que operan desde fuera de nuestra realidad cotidiana.

La trampa de la expectativa

El problema comienza cuando esta información se presenta en la prensa como un logro que "beneficiará a todos". Esto genera una expectativa falsa: la gente cree que porque el riesgo país bajó, automáticamente habrá más trabajo, los precios se estabilizarán o sus ingresos mejorarán. Pero la realidad es que estas variables dependen de políticas concretas, no de un índice que apenas refleja la opinión de los mercados financieros sobre la deuda argentina.

Es más, muchas veces los ajustes que permiten que el riesgo país baje —como recortes en el gasto público o una reducción en los derechos de los trabajadores— terminan empeorando la situación para la mayoría. Es decir, lo que beneficia a los inversores no necesariamente beneficia al ciudadano común.

¿Por qué la prensa insiste en resaltarlo?

La prensa corporativa, muchas veces alineada con los intereses del capital financiero, utiliza estas noticias para construir un relato que legitima ciertas políticas económicas. Al destacar la baja del riesgo país como una victoria, refuerzan la idea de que priorizar la confianza de los mercados es lo correcto, aunque eso implique sacrificios para la población. Al mismo tiempo, persuaden a las personas de que este índice es relevante para su vida diaria, cuando en realidad tiene poco impacto directo en su bienestar.

¿Qué deberíamos discutir realmente?

En lugar de concentrarnos tanto en el riesgo país, deberíamos preguntar:

¿Cuánto empleo nuevo se está creando?

¿Están subiendo los salarios por encima de la inflación?

¿La industria nacional está creciendo?

¿Se están implementando políticas que mejoren la calidad de vida de la mayoría?

Estos son los indicadores que realmente importan para la población. El riesgo país puede bajar, pero si los precios siguen subiendo, si no hay trabajo y si las empresas cierran, entonces no hay nada que celebrar.

Un llamado a la reflexión

La próxima vez que leas que "el riesgo país bajó", pensá: ¿esto realmente cambia mi vida?

(*) Secretario general del Centro Empleados de Comercio.

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