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EL DIARIO digital
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"En pleno desierto patagónico pero próximo a un enorme espejo de agua, el pistacho pisa fuerte. El escenario es la localidad pampeana de Casa de Piedra, ubicada en las costas del embalse homónimo que comparte con la provincia de Río Negro y a poco más de 100 kilómetros de General Roca", dice el diario Río Negro en una nota dedicada a destacar el conjunto entre el Estado pampeano y los empresarios privados.
El puntapié inicial para ese emprendimiento fue en el año 2020, con el nacimiento de Pampapist SRL, empresa que hoy es comandada por Fernando y Santiago Gutiérrez, padre e hijo.
"El emprendimiento surge por esas coincidencias de la vida", recordó Santiago. Resulta que Agustina, su hermana, está radicada en Francia desde hace más de una década, y allí formó pareja con Juan, integrante de una familia pistachera de Castilla-La Mancha, comunidad autónoma de España.
"Conocimos a Juan una Navidad; vinieron a la Argentina con cuatro kilos de pistachos y con garrapiñada de pistachos, que duraron una semana", contó Santiago. La familia Gutiérrez quedó fascinada con el producto, y al cabo de un tiempo surgió la inquietud: ¿será posible producirlos en La Pampa?
Desde entonces, los esfuerzos de la familia estuvieron dirigidos a investigar sobre el pistacho. Esto incluyó viajes a San Juan, principal provincia productora de este fruto seco en Argentina. Tras recorrer diversas zonas de La Pampa en busca del lugar ideal, dieron con Casa de Piedra. "Nos maravillamos con la inversión que se había hecho allí y con la viabilidad del suelo y del clima", contó el productor pampeano.
Santiago Gutiérrez, socio y gerente de Pampapist SRL. Foto: Juan Thomes.
Así, las circunstancias familiares no fueron el único incentivo para la creación del proyecto. Los emprendedores se encontraban ante un producto de elite, perfectamente cultivable en las más áridas tierras de su provincia natal y donde la ecuación de costos era sumamente favorable.
Gracias al ímpetu y asesoramiento de Fernando y Santiago, hoy es posible decir que en Casa de Piedra está naciendo un polo de pistachos. Ya hay cultivadas casi 200 hectáreas, y los gerentes de la empresa pionera en el lugar proyectan que en los próximos dos años se sumarán entre 700 y 800 hectáreas más. "Hemos logrado que se sume gente a esto", cuenta con satisfacción Santiago.
Las ventajas comparativas de este desértico sitio pueden condensarse en tres pilares: suelo ideal, clima adecuado, y agua en cantidad y calidad.
En cuanto al primer punto, las hectáreas de Casa de Piedra que se están destinando a la producción de pistachos corresponden a suelos vírgenes; es decir, que no han sido cultivados antes. Por tal motivo, "no hay riesgos a priori de que contengan patógenos que hayan afectado a otras plantaciones", explicó Rosa de Lima Holzmann, ingeniera agrónoma especialista de la Estación Experimental Agropecuaria INTA Alto Valle.
Para que el pistachero se desarrolle adecuadamente, se requiere además suelos franco-arenosos, profundos y de textura media. La especialista confirmó que la tierra de Casa de Piedra posee estas características.
El clima en la localidad pampeana también es ideal para la producción pistachera, tanto por las condiciones naturales como por el microclima generado gracias al embalse.
En lo que a las condiciones naturales respecta, el pistachero se desarrolla bien entre los 30 y 40 grados de latitud, tanto en el hemisferio norte como en el hemisferio sur. "Esto nos dice que el cultivo tiene lugar en áreas de temperaturas medias del planeta, en donde las estaciones están bien marcadas. O sea, inviernos fríos y veranos calurosos", aclaró Holzmann.
Otra condición importante para la viabilidad de la producción es la aridez: el pistacho se desarrolla bien en zonas desérticas. La escasez de lluvias y la predominancia de vientos son fundamentales para la polinización de las plantas, ya que son de reproducción dioica. Por ello, en los lotes se requiere la presencia de ejemplares machos y de ejemplares hembras para que haya transferencia de polen desde los primeros hacia los segundos.
Todo esto se da en Casa de Piedra. Pero, además, hay en el lugar condiciones climáticas locales inducidas por los 360 km2 de agua libre en la represa. Lo más destacado de este microclima es la inexistencia de heladas tardías en el lugar. "El embalse genera una amortiguación de las condiciones más extremas e impide que haya heladas primaverales, como sí suceden en el Alto Valle del río Negro", contó la técnica del INTA.
Y, como si fuera poco, Santiago Gutiérrez agregó que en los últimos 15 años no ha habido eventos de granizo en el lugar. Por todo lo explicado es que las condiciones medioambientales en el lado pampeano del dique son óptimas para el desarrollo de la actividad.
Inversión
El gobierno pampeano concluyó una obra de más de $15.000 millones de pesos (que en su momento equivalían a US$1.000 millones) para la construcción de una estación de bombeo y acueducto para riego en Casa de Piedra. Santiago Gutiérrez contó este sistema tiene capacidad de servir con agua a cerca de 10.000 hectáreas.
Ante la escasez de precipitaciones en la zona, el riego se volvió vital para el desarrollo de cualquier actividad agrícola. La tierra cultivada y por cultivarse en Casa de Piedra tiene asegurada la provisión de agua. En la ribera rionegrina, nada de esto existe.
"Cada lote grande es de 50 hectáreas y tiene su propia bomba. Se le da a cada productor el agua en la cabecera de su lote así que lo único que tiene que hacer es diagramar su propio sistema de riego. Y como el agua ya viene con presión y filtrada, no se necesita electricidad", detalló Gutiérrez.
Es un elemento clave en la ecuación de un inversor. El productor pampeano explicó que, por esta facilidad, la inversión inicial por hectárea para cultivar pistachos en Casa de Piedra es entre un 50% y un 60% menor que, por ejemplo, en San Juan (US$13.000-US$14.000 versus US$30.000-US$35.000).
El agua que se distribuye desde la estación de bombeo es tomada del río Colorado, aguas abajo del dique Casa de Piedra. Esto permite depurarla parcialmente de los sedimentos que caracterizan a ese río. Tras ser bombeada, el agua es filtrada y purificada antes del envío a los lotes.
"El nivel de salinidad con que llega el agua es mínimo. Y la salinidad restante va decantando, así que no tiene contacto con la raíz", contó el gerente de Pampapist. Además, señaló que solo se permiten plantaciones con riego por goteo, a fin de evitar desperdicios de agua.
El proceso
El ciclo productivo nace (como no podía ser de otra manera) de una semilla: su nombre es UCB#1, y es desarrollada por la Universidad de California. Las semillas son estratificadas y luego colocadas en turba prensada (que también se importa desde Estados Unidos) para que haga la primera etapa de la germinación.
Una vez que el brote alcanza una altura determinada, se pasa a macetas. El crecimiento de la planta (portainjerto) puede darse ahí mismo o directamente en tierra. Cuando el calibre es significativo, se injerta con la variedad deseada. Pampapist tiene su propio vivero, donde se injertan los pies con Kerman (variedad hembra) y con Peter (variedad macho).
Rosa de Lima Holzmann, ingeniera agrónoma de la Estación Experimental Agropecuaria INTA Alto Valle.
Los ejemplares se plantan en el campo, donde previamente debe hacerse un subsolado para garantizar que la planta tenga el espacio suficiente para enraizar correctamente. Además, la distancia entre los árboles es clave para que haya canales de viento que favorezcan la polinización. En los campos de Pampapist se planta un macho cada nueve hembras.
Desde que se injerta, la planta tarda entre cinco y siete años en dar los primeros frutos. "Lo conveniente es sacar todos los frutos los primeros años, para que la energía de la planta siga yendo al crecimiento y para que el kilaje en la primera cosecha sea importante", explicó Santiago Gutiérrez. Sin embargo, señaló que puede hacerse cosecha al quinto año, ya que "cada productor tiene su propio manual".
El "oro verde"
El mercado de este fruto seco se caracteriza por una oferta insuficiente a nivel global. O, dicho de otra forma, por una demanda insatisfecha. Esto se debe a las muy específicas condiciones que se requieren para su producción y a un interés creciente de los consumidores en el producto, debido a sus propiedades nutricionales.
Esta escasez de oferta explica que hoy el pistacho sea el fruto seco más caro del mundo: su precio internacional está en torno a los US$10 por kilogramo, y permanece estable. "A partir del décimo año desde que la planta es injertada, las cosechas generan un ingreso promedio de US$30.000 dólares anuales por hectárea, y la planta de pistacho puede vivir 100 años", contó Santiago Gutiérrez.
El pistacho no solo es un producto de elite por su elevado precio, sino también por su gran calidad nutricional. Entre los frutos secos, destaca por ser el que más proteínas y fibra provee, y por ser el de menor contenido de grasa. Además, al proveer altos niveles de hierro y fitoesteroles, es un alimento con beneficios para la salud cardiovascular y regulador del colesterol. Así lo indica el Laboratorio CSR en su sitio web.
Una de las grandes ventajas de Argentina para insertarse en el mercado mundial de pistachos es que se ubica en el hemisferio sur. Esto le permite producir a contra-estación, pues más del 90% del pistacho se cosecha en el hemisferio norte.
Otra oportunidad para nuestro país radica en la cercanía con Brasil, el mercado más grande de Sudamérica. Por condiciones climáticas, en la nación vecina no es posible producir pistachos.