La Pampa

La UCR en su laberinto

El principal partido opositor en La Pampa se ve obligado a la discusión sobre su rol y su posicionamiento: después  de ser furgón de cola en Juntos por el Cambio, ¿se acerca al oficialismo nacional, se aproxima con comprensión al peronismo pampeano, o se ubica en una avenida del medio?

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EL DIARIO digital

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La última movida de algunos sectores opositores con el objetivo de armar un rejuntado que agrupe a todo el arco no peronista, reactiva la discusión en todas esas fuerzas y la UCR no es la excepción: después de varios años como furgón de cola en Juntos por el Cambio, ¿qué posición adoptará el radicalismo pampeano?

En la interna boina blanca hay opiniones para todos los gustos: dirigentes que quieren una alianza de marcado perfil antiperonista, sectores que propician ir en soledad en las legislativas de 2025 para demostrarse como liderazgo entre opositor y referentes que en esta coyuntura ven con más simpatía al propio oficialismo provincial que a las huestes libertarias.

Ante la ofensiva que trama una alianza extendida contra el PJ pampeano, la gran pregunta que surge es si en afán de armar un polo opositor provincial esos sellos partidarios estarán dispuestos a convertirse directamente en oficialistas nacionales. Ya resonó la chicana del propio gobernador Sergio Ziliotto, quien en los últimos días aludió a la "oposición libertaria" que no quiso darle quórum para la sanción del aporte solidario obligatorio.

Estructuras formales y dirigentes marginales

El encuentro propiciado por sectores opositores extremos contó con el respaldo de un par de estructuras partidarias formales e importantes, como La Libertad Avanza y Comunidad Organizada. También aportaron dirigentes de distintos espacios, incluyendo referencias formales del Movimiento de Integración y Desarrollo y el Movimiento Federalista Pampeano.

Desde los partidos de Juntos por el Cambio sólo aparecieron dirigentes outsiders, o marginales dentro de sus propios sellos: Darío Casado y Pedro Pisandelli en nombre del PRO, Federico Roitman y Leandro Altolaguirre por la UCR.

Ninguno de los dos dirigentes de la UCR son especialmente relevantes en su partido, pero no dejan de tener una dosis de representación, sobre todo Altolaguirre, quien fue el último intendente que tuvo el radicalismo en Santa Rosa, y es además hermano de Hipólito "Poli" Altolaguirre, que sí pisa fuerte como jefe del bloque legislativo.

El exintendente representa a un sector extremo de la UCR, que ya quiso pactar con el tiernismo el año pasado y que tiene la obsesión de vencer al peronismo en las urnas, ya no importa demasiado bajo qué estrategias, ni con qué aliados. Pero el debate interno no es una disputa entre blancos y negros: está repleto de grises y matices.

Radicalismos para todos los gustos

Hace tiempo que la UCR discute puertas adentro cuál es su rol y cuál debe ser posicionamiento. Hay radicalismos para todos los gustos. El panorama se enrareció con la aparición de La Libertad Avanza con un caudal electoral impensado el año pasado, después de elecciones provinciales en las que ese sector ni siquiera participó: el fenómeno Javier Milei cambió el escenario.

Desde entonces, empezaron a ponerse en evidencia diversas orientaciones. La diputada nacional Marcela Coli, por ejemplo, es la que más posicionamientos críticos ha tenido en el Congreso Nacional. Ella pone en juego su representación: termina la gestión el 10 de diciembre del año que viene y es una de las tres bancas que se disputarán en las elecciones del año que viene (las otras son las de la peronista Varinia Marín y la de Martín Maquieyra, del PRO).

Daniel Kroneberger juega a que está en la ancha avenida del medio, pero a la hora de la verdad se ha comportado como un senador afín al oficialismo libertario, a tal punto que hasta bancó el DNU admitiendo públicamente que estaba flojo de papeles desde el punto de vista constitucional.

Los otrora poderosos referentes como Juan Carlos Marino y Francisco Torroba están alejados de los espacios donde se corta el bacalao dentro de la UCR provincial: la actualidad los dejó un poco al margen de la toma de decisiones, lo que no quiere decir que tengan nula incidencia, puesto que conservan contactos, vínculos aceitados hacia adentro y hacia afuera de la provincia, y otros dirigentes que los siguen considerando.

En ese contexto extraña sobremanera la ausencia de Martín Berhongaray, inexistente en el escenario político actual, posiblemente por decisión propia después de años de ardua exposición y de algunos problemas de salud. Berhongaray hizo una gran elección en mayo del año pasado como candidato a gobernador, pero después de eso está desaparecido en acción: prefirió marginarse de la disputa por cargos nacionales y desde que terminó su gestión se inclinó por el silencio y un perfil bajísimo, que en algún momento tendrá que abandonar si pretende recuperar la representatividad que había logrado con su desempeño electoral de hace más de un año.

Un vacío y nuevos liderazgos

Los vacíos en la conducción de la UCR potencian el papel de quienes ejercen ejecutivos: intendentes e intendentas que tienen su propia mirada de todo ese nuevo mapa. Pero tampoco hay unanimidad de posicionamiento entre quienes tienen al mando municipios: no es lo mismo lo que otean el achense Abel Sabarots o el victoriquense Hugo Kenny que lo que interpreta la castense Mónica Curutchet, o lo que pretende el guatrachense Sergio Arrese.

Así como se registró en los últimos días la movida extrema para amuchar opositores al peronismo, Sabarots habló desde otra vereda: "nos duele cuando dicen que el Estado es mala palabra", indicó y marcó las diferencias entre las urgencias que tienen que atender las intendencias y "los tiempos legislativos" de quienes no dieron quórum para el aporte solidario obligatorio. Y completó: "hoy la única puerta que nos queda abierta es el Estado provincial".

En ese laberinto está la UCR: cavilando entre extremos que la aproximan a los oficialismos (provincial o nacional) o una moderación que la dejaría a mitad de camino y con el riesgo de caer en una tibieza inconveniente.

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