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EL DIARIO digital
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Reducir su ingesta tiene efectos significativos en el organismo, especialmente en el sistema cardiovascular y la presión arterial.
Dejar la sal resulta especialmente beneficioso para quienes desean proteger el corazón, ya que consumir menos sodio alivia la carga en el sistema circulatorio, permitiendo que las arterias se mantengan en mejor estado. Además, el exceso de sal suele retener líquidos, lo que aumenta la presión arterial y provoca hinchazón en áreas como las extremidades, dificultando el funcionamiento renal.
En este sentido, organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la American Heart Association destacan que disminuir el consumo de sal podría reducir las tasas de hipertensión en un 25%, disminuyendo el riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares.
Beneficios prolongados para la salud y el equilibrio de electrolitos
Reducir el sodio en la dieta implica cambios en el equilibrio de electrolitos, donde el organismo necesita ajustar sus niveles de sodio y potasio, dos elementos esenciales en el control de la presión arterial y en la retención de líquidos. La Clínica Mayo, al igual que la OMS, recomienda limitar el consumo de sal a menos de 5 gramos diarios para mantener estos niveles estables. El exceso de sodio en el organismo puede forzar los riñones y hacer que la presión arterial se eleve debido a la mayor carga de líquido en el sistema.
Según estudios de la National Institutes of Health, una dieta baja en sodio también favorece la función de los riñones, que juegan un papel clave en la eliminación de toxinas y el equilibrio de líquidos, ayudando a evitar hinchazón en áreas como tobillos y pies. La reducción gradual de sal además ayuda a evitar problemas renales a largo plazo.
Alternativas para disfrutar del sabor sin recurrir a la sal
Adaptar los platos y reducir el uso de sal requiere cierta creatividad, pero no implica renunciar al sabor. Para ello, existen opciones naturales que, además de ser saludables, realzan el sabor de los alimentos. Estas alternativas incluyen:
Especias y hierbas frescas: romero, albahaca, orégano y cilantro.
Condimentos ácidos: limón, vinagre de manzana o de vino.
Verduras aromáticas: ajo, cebolla y apio.
Diversas investigaciones resaltan que las personas pueden disfrutar sus comidas igual o más que antes al adoptar estas alternativas. Las hierbas, por ejemplo, aportan un sabor distintivo y propiedades antioxidantes, mientras que los ácidos como el vinagre ayudan a descomponer las grasas y a dar frescura a los platos.
Cómo responde el cuerpo al cambio y la percepción de sabores
A medida que la sal se reduce en la dieta, el organismo experimenta una estabilización en el equilibrio de sodio. Esto se traduce en menos riesgo de hipertensión y una mejor percepción de los sabores originales de los alimentos. Los cambios metabólicos también son importantes: al consumir menos sodio, el cuerpo aumenta la sensibilidad de ciertos receptores de gusto, que se adaptan para detectar mejor los sabores naturales.
Un estudio realizado por la Clínica Cleveland confirma que la disminución de sal trae consigo mejoras sostenibles en la salud. Al evitar alimentos altamente procesados, las personas también disminuyen su consumo de azúcares y grasas, otro beneficio de una dieta baja en sodio. Los beneficios, de acuerdo con investigaciones, incluyen:
Presión arterial controlada: reduciendo la probabilidad de hipertensión.
Menos retención de líquidos: lo que ayuda a evitar la hinchazón.
Función renal mejorada: por menor carga de toxinas y equilibrio electrolítico.
Esta transición hacia una alimentación baja en sodio no solo mejora la salud a corto plazo, sino que también ofrece beneficios sostenibles para la longevidad y el bienestar.