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EL DIARIO digital
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36 años después del estreno de "Beetlejuice", Tim Burton estrena la secuela que recupera los personajes del film original y tiende un puente a una nueva generación de espectadores de la mano de Jenna Ortega.
Por Manu Yáñez / Fotogramas
Tim Burton es considerado, con toda justicia, uno de los maestros del cine gótico. Gracias su estética siniestra, filtrada por un tupido velo de ironía, el cineasta de Burbank supo refrescar el cine popular de las décadas de 1980 y 1990 con títulos míticos como 'El Joven Manos de Tijeras', las dos entregas fundacionales de la saga fílmica de Batman y, por supuesto, 'Beetlejuice Beetlejuice'. Han pasado 36 años desde el estreno de aquella comedia de terror que sacudió el imaginario de toda una generación de jóvenes cinéfilos, que nos convertiríamos en fieles seguidores de la energía visual de Burton, el brío musical de Danny Elfman y el encanto de Winona Ryder. Con el paso del tiempo, en su camino hacia la consagración hollywoodiense, Burton fue dejando pinceladas de genialidad (como 'Ed Wood', su obra maestra), pero al mismo tiempo su figura fue derivando en la de un autor de remakes ('El planeta de los simios', 'Alicia en el país de las maravillas', 'Sombras tenebrosas') cuando no en un empleado de la industria (filmó la serie 'Merlina' para Netflix, y luego la versión de 'Dumbo' de acción real para Disney). Ahora, con 'Beetlejuice Beetlejuice', Burton vuelve a sus orígenes, cierra un círculo y confirma su estatus como uno de los grandes recicladores del cine americano. De hecho, más que como un cineasta de lo gótico, la entretenida secuela de 'Beetlejuice' presenta al autor de 'Pesadilla antes de navidad' como un artesano del barroquismo pop.
Burton ha sido siempre un cineasta del pastiche. En sus primeras películas, supo remezclar el cine de la factoría Hammer con el universo del cómic y el imaginario de Edgar Allan Poe. Ahora, después de cuatro décadas al pie del cañón, el californiano tiene un nuevo as en la manga para aliñar sus recetas fílmicas: su propia obra. En este sentido, 'Beetlejuice Beetlejuice' no solo bebe de la película original reencontramos a los personajes interpretados por Michael Keaton, Winona Ryder y Catherine O'Hara en circunstancias similares a las de antaño sino que también llega trufada de guiños a otras películas de Burton. El personaje interpretado por Monica Bellucci la vengativa exmujer de Beetlejuice es una especie de recreación de los personajes de Sally en 'Pesadilla antes de navidad' y Emily en 'La novia cadáver', que a su vez remitían a la novia de Frankenstein con su cuerpo zurcido con partes de otros. Luego, el personaje al que da vida Willem Dafoe un policía del inframundo que actúa como si estuviese protagonizando una serie policiaca aparece con la mitad de la cara desfigurada, en lo que parece un guiño al personaje de Dos Caras del universo de Batman (en 'Batman Forever', Burton todavía figuraba como productor). Y, por último, la muerte del padre de Lydia (Winona Ryder), se recrea en 'Beetlejuice Beetlejuice' a través de una animación stop motion que remite, de nuevo, a títulos como 'Pesadilla ' y 'La novia '.
Todas estas referencias condimentan una película que propone un regreso a los personajes y escenarios del film de 1988. De hecho, las fans de 'Beetlejuice' gozarán del reencuentro con el histrionismo de un Michael Keaton desatado, la fortaleza quebradiza de Winona Ryder y, sobre todo, del genio cómico de Catherine O'Hara, quien en la piel de Delia (la madrastra de Lydia) vuelve a robarse todas las escenas en las que aparece. Y todavía más, los nostálgicos sabrán paladear la decisión de Burton de apostar por los efectos especiales predigitales: escenarios expresionistas de cartón piedra, criaturas monstruosas de látex y otros trucajes analógicos. Lejos de los excesos con la green screen que han marcado el último cine de Burton, 'Beetlejuice Beetlejuice' prefiere construir su imaginario visual y musical a través de la inmersión en el pop. Para mostrar la cara más melancólica del Beetlejuice, el demonio sinvergüenza aparece cantándole la melosa 'Right Here Waiting' de Richard Marx a una sorprendida Lydia. Luego, la película presenta el tránsito hacia la muerte como si fuera una versión zombi del mítico programa televisivo 'Soul Train', que llevó la música R&B y soul a los hogares americanos a principios de la década de 1970. Y, por último, para demostrar que una pareja de jovenzuelos son gente interesante, Burton decide disfrazarlos, en una fiesta de Halloween, como trasuntos de James Dean y Marie Curie.
La jovencita Astrid, la hija de Lydia está interpretada por Jenna Ortega y ejerce de puente entre el reparto (y los fans) de la película original y una nueva generación de espectadores. En todo caso, Ortega no es una extraña en el universo de Burton, quien dirigió a la musa impávida de la Generación Z en la serie 'Merlina', y quien ahora le exige a la joven intérprete que amplie su registro actoral. Así, aunque de algún modo Ortega reedita su encarnación del angst adolescente aquí es una joven traumatizada por la muerte de su padre e implicada en la lucha contra la crisis climática, el personaje de Astrid es más eléctrico y puntualmente emotivo. Ver a Ortega sonreír en pantalla, tocada por el deseo romántico, provoca un efecto extraño, como si la actriz se sacase una máscara para mostrar que, debajo de la inexpresividad de Merlina, solo hay otra máscara.
En un primer momento, el carácter barroco de 'Beetlejuice Beetlejuice' forjado por la proliferación de tramas, personajes y referentes fílmicos y musicales provoca un cierto deslumbramiento. Y resulta innegable que estamos ante una de las mejores películas de la etapa tardía de Burton: una vuelta a su incontinencia creativa. Sin embargo, a medida que avanza el film y las subtramas no terminan de florecer, el exceso va dando paso a una cierta sensación de vacío. Por suerte, en su recta final, la película vuelve a levantarse gracias, de nuevo, a la imbricación de registros: el musical al estilo Broadway, el thriller policial, el drama familiar y la historia de amor que vira hacia el terror gore. Otra vez la remezcla, el pastiche, el verdadero sino del cine de Burton.
Para reconciliarse con el genio creativo y artesanal de Burton.