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Crítica de "Queer"

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El actor protagoniza la nueva película del director de 'Rivales', basada en la novela de William S. Burroughs y que compite por el León de Oro de Venecia.

Por Manu Yáñez / Para Fotogramas

En ocasiones, la mejor manera de encontrarse a uno mismo es mirar a través de los ojos de otro. Luca Guadagnino cumple con esta máxima en la fascinante 'Queer', en la que se aferra a la mirada de Willliam Burroughs para continuar con la reflexión acerca del deseo homosexual que inició en 'Call Me by Your Name'. Si en el film de 2017 el cineasta italiano aprovechó la novela de André Aciman para trazar un icónico retrato del despertar de una sensibilidad gay, en 'Queer' Guadagnino tira del mismo hilo, pero desde una perspectiva crepuscular. Allí donde 'Call Me by Your Name' estudiaba un ardor puro, inocente, 'Queer' observa el resquebrajamiento provocado por una vejez no idealizada, colmada de decrepitud. Estamos ante un universo decadente y sombrío que, en manos del autor de 'Bones and All', reluce gracias a la fuerza expresiva del artificio cinematográfico.

El apego al esteticismo de Guadagnino estalla en la construcción, en los estudios italianos de Cinecittà, del barrio mexicano en el que transcurre gran parte de la acción –un escenario que rezuma el aroma intensamente pictórico de la Brest que Rainer W. Fassbinder imaginó en 'Querelle'–. Pero esta apuesta por el cartón-piedra es solo la punta del envolvente iceberg plástico del film. Este crítico todavía no se ha recuperado del shock provocado por una escena a cámara lenta, acompasada al son del 'Come As Your Are' de Nirvana, en la que el personaje de William Lee (interpretado por Daniel Craig) camina por las calles del México imaginario de Guadagnino como si fuera un trasunto del Tony Leung de 'In the Mood for Love (Deseando amar)' de Wong Kar-wai.

Fiel al espíritu de la novela de Burroughs, Guadagnino construye su película a partir de una colección de situaciones que orbitan en torno al deseo, el alcoholismo, la búsqueda del placer y la adicción a las drogas. Un collage de postales desde el filo que conforman el retrato de una comunidad que se mueve en los márgenes, un edén contracultural de libertad y exceso. Tratándose del imaginario de Burroughs, la sordidez aparece como un ingrediente más de la representación; sin embargo, Guadagnino, que hace suya la novela, eleva al máximo los índices de sensualidad y ternura. William Lee, el alter ego de Burroughs, se presenta en 'Queer' como una figura entre patética y romántica, no demasiado peligrosa, que pasa sus días y sobre todo sus noches embriagado por el mescal en bares de mala muerte. En su deambular por la noche mexicana, Lee encuentra un faro vital en la figura del joven y atractivo Eugene Allerton (Drew Starkey), con el que iniciará un affair bañado de onirismo, lascivia y afecto. En su primera cita, la extraña pareja va al cine y contempla la mítica escena de 'Orfeo' de Jean Cocteau en la que el protagonista pasa al otro lado de un espejo. Y, luego, ya en la cama, el dúo compartirá un memorable beso lubricado por la dulzura de los jugos sexuales.

Más allá de su atrevimiento narrativo –estamos ante una película que sabe dar vueltas sobre sí misma–, 'Queer' encauza su destino cuando el protagonista, en un arrebato lírico, pronuncia un lema extraño: "I'm not queer, I'm disembodied" ("No soy queer, soy incorpóreo"). Y es justamente sobre la sugerente dialéctica entre lo corpóreo y lo etéreo, lo material y lo espiritual, donde la película de Guadagnino va tejiendo su recta final, marcada por el viaje de Lee y Allerton a una Sudamérica en la que les esperan revelaciones trascendentales. Por momentos, el su periplo selvático, la película parece recoger los ecos de 'Apocalipsis Now' de Coppola, pero en lugar de alumbrar el horror de Joseph Conrad, Guadagnino se las ingenia para confeccionar un poema lisérgico que se aferra a la fisicidad del relato, pero que también se eleva hacia lo cósmico.

Por último, sería absurdo cantar las delicias de 'Queer' sin reconocer la notable labor actoral de Daniel Craig, que se desembaraza de su aura atlética y distinguida para abrazar con fiereza a una criatura carcomida por los excesos. Sin embargo, pese a los achaques que experimenta el personaje, 'Queer' resplandece como el transgresor testimonio de un libertinaje indómito, no carente de contradicciones, pero fulgurantemente salvaje.

Para entregarse al deseo y atravesar las puertas de la percepción fílmica.

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