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EL DIARIO digital
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Aunque la mayor parte de su tiempo viaja por el mundo, se encuentra en su ciudad natal. Vive con su familia entre Europa, Estados Unidos y la Argentina. En 2013, con 36 años, se despidió del mundo del deporte de alto rendimiento. "Lo dejé como profesión, pero soy un deportista de corazón", aclara Sánchez, al comienzo de una conversación profunda en la que no escapó a ningún tema: el "manejo" del ego, el éxito, el fracaso, el vacío del retiro
¿Qué aprendiste del deporte de alta performance que hoy aplicás a tu vida?
Tuve la suerte de combinar deporte y educación y de ir a la universidad en Estados Unidos. También estudié historia y filosofía en la Universidad de Temple, en Filadelfia. Gracias a mi habilidad para jugar al básquet me dieron una beca y pude vivir ese mundo dual de ir a una cancha a entrenar, salir e irme a una clase de filosofía, de historia, de sociología o de biología. Fue una combinación ideal. Pero algo que me enseñó el deporte ha sido la capacidad de superar obstáculos. Los deportistas de alto rendimiento tenemos esa capacidad de caernos y levantarnos. Cuando jugás un mal partido, te enseña a que al otro día tenés que volver y tal vez perdés de nuevo. Y cuando alguien lo ve de afuera dice "te vas a convertir en perdedor", cuando en realidad lo que uno aprende es que perder es parte de la ecuación y que es temporal. El error es información. El verdadero partido lo jugás cuando te tenés que levantar al otro día de una derrota, mientras que para una persona que no practicó el alto rendimiento es como el final del mundo. Es más peligroso el éxito que el fracaso. La derrota te enseña la resiliencia, pero cuando viene el éxito tenés que estar preocupado porque es muy difícil manejarlo.
¿El éxito no da espacio para aprender?
El éxito, si podés tener esa perspectiva, que también te lo da la edad y la experiencia, puede ser un gran maestro. El fracaso es mucho más real y directo. El éxito tiene mucha capacidad de confundirte. En el fracaso tenés dos opciones: seguís para adelante o abandonás, no hay vuelta. El mundo te abandona cuando perdés tres partidos seguidos. En cambio, en el éxito están todos, aparece la atención sobre vos y manejarla es uno de los desafíos más complicados que he tenido.
¿Cómo lograste manejar el éxito sin que te juegue en contra?
Se necesita calma, perspectiva, mucho contraste. Siempre observé cómo manejan el éxito los Nadal, los Messi y la respuesta está en cómo se preparan para el partido siguiente después de meter tres goles, y es muy difícil esa consistencia hace la diferencia.
¿Hubo alguna experiencia que te hizo bajar a tierra?
A los 15 o 16 años estaba en la secundaria en Bahía Blanca y me llamaron para jugar en la selección argentina de básquet. Fuimos a un torneo sudamericano, el equipo salió campeón y fui uno de los mejores jugadores. Recuerdo que volví al colegio inflado, sintiéndome un crack, pero al tercer o cuarto día, uno de mis compañeros del colegio me preguntó: "¿Por qué cambiaste si solo ganaste un torneo". Ese comentario me hizo mirar con otra perspectiva. Me di cuenta que estaba mezclando la persona con el jugador que necesita tener el ego a flor de piel, que sale a la batalla a performar, que necesita ser y sentirse el mejor. Es decir, a una edad muy temprana entendí que podés tener una habilidad, pero que cuando salís del partido sos una persona sin privilegios, con los mismos miedos y traumas que tiene cualquier otra.
¿Y eso te permitió planificar tu vida con otra sabiduría?
Me sirvió mucho, aunque he tenido momentos de confusión en mi carrera porque vinieron cosas fuertes. Cuando tomé la decisión de ir a estudiar a una universidad y ser amateur, en lugar de irme a competir a Europa y ganar dinero, tuvo que ver con prepararme como persona porque sabía que el jugador tenía fecha de caducidad.
¿Uno nace talentoso o puede desarrollarse?
Uno nace con una habilidad, pero se suele confundir el talento con la habilidad. Con el tiempo me fui dando cuenta que hacer todo lo que es más aburrido da cohesión a esa habilidad. Lo que quiero decir es que la consistencia en el esfuerzo y en la repetición te permite expresar esa habilidad de forma repetida, y eso es lo que hace que uno diga que "una persona es talentosa", porque combina las dos partes.
¿Cuáles son los estímulos adecuados para desarrollar el talento?
Hay algo que el deporte me fue enseñando con el tiempo que es el interés compuesto. Lo explico de una manera coloquial: es esa consistencia en la acción de golpear esa roca cada día un poquito hasta que se va esculpiendo y toma forma. Hay una frase que me gusta que es "un poco mejor cada día" y tiene que ver con esa lógica de darle consistencia a cuestiones que pueden ser aburridas o incluso dolorosas. Uno en el deporte de alto rendimiento debe acostumbrarse a vivir con el dolor y hay que ir a entrenar igual.
¿Cómo se sostiene la consistencia?
Tarde o temprano te tenés que enamorar de esas cosas que capaz no son las más divertidas. Pasa por entender que no hay magia, sino que se trata de poner un poquito de uno cada día. La autosuperación tiene que ver con objetivos propios.
Pero a veces no alcanza
Depende cómo lo mires. En el deporte nuestra forma de medir el éxito y el fracaso tiene mucho más que ver con esto. La consistencia en el día a día te genera oportunidades. Me gusta mucho cuando hablo con gente que está en empresas o en organizaciones sobre esto de nuestra posibilidad de crear una mentalidad, de buscar oportunidades.
¿Y la inteligencia emocional qué papel juega en todo esto?
Muchísimo. Creo que la diferencia entre los súpercracks, los Nadal, los LeBron James, los Messi, los Ginóbili del mundo del deporte es que tienen una diferenciación respecto del resto, que tiene que ver con la mentalidad y con el manejo emocional de la situación de estrés. Nunca le apuestes a un súpercrack porque seguro perdés. Tienen la resiliencia de rebotar. Hay que aprender de ellos.
¿Cómo se maneja el estrés?
En el deporte es muy exagerada esa exposición porque convivimos en un cortísimo tiempo con muchos estresores: los árbitros, el rival, la gente, el tanteador, el tiempo... Y la habilidad mental se pone en juego minuto a minuto para manejar emocionalmente ciertas situaciones en un corto tiempo. La habilidad y la inteligencia emocional es lo que hace la diferencia en ese momento. Hay que tener la mentalidad de manejarse bajo mucho estrés y seguir pudiendo expresar esa habilidad sin que todo el ruido mental entre en juego. Eso es talento. He visto en mi carrera llegar a mucha gente con un nivel de habilidad muy pequeño, pero con tenacidad y, sobre todo, capacidad para entender su rol. La resiliencia y el entender qué necesita el equipo es fundamental. Siempre hay algo que uno puede aportar, pero debe ponerlo por encima del ego y de lo que a vos te gustaría aportarle.
¿Qué te enseña tu hijo de 9 años?
Con Vicente tenemos una relación hermosa que me permite ver como un observador su propio aprendizaje, cómo él va generando sus ideas y haciéndose una idea del mundo. La verdad no sé si sabe que 2 + 2 es 4, seguramente sí porque le gustan las matemáticas. Pero al final del día por lo que me preocupo es por ver si es capaz con toda esa información de ir construyendo su propia realidad y que le devuelva algo fascinante.
¿Cómo manejaste el retiro del deporte de elite?
El sufrimiento pasa por dejar de hacer lo que te gusta hacés un duelo, te jubilás a los treinta y pico de lo único que supiste hacer desde los 5 años. Hice un trabajo muy consciente porque como deportista muchas veces vivís en una burbuja. La universidad ayudó, también tener con los kinesiólogos y directivos conversaciones de la vida real. Estaba preparado para salir a la vida y reinsertarme en la realidad.
¿Qué te ayudó en ese momento?
Me retiré y lo primero que hice fue ir corriendo a hacer terapia: nunca lo había hecho, pero consulté a una profesional para pedirle ayuda porque sabía que iba a transitar algo desconocido. Por otra parte, mi ejercicio de haber estudiado historia y filosofía, y el uso de la reflexión, también ayudó. Mi mentalidad con el deporte no cambió nada. Seguí activo a pesar de no seguir de forma profesional.
Además, hay herramientas que hoy tengo y me hubieran ayudado mucho en mi carrera, como la respiración, la meditación y el mindfulness porque generan en el organismo un estado de equilibrio, armonía y un manejo de las emociones. Tuve la suerte de poder explorar esta relación de cuerpo, mente y espíritu poscarrera y es uno de los mayores focos de la atención hoy.
¿Sentiste vacío?
Si sos curioso es difícil aburrirse, si no lo sos es importante pedir ayuda, alguien que te motive a empoderarte y a confiar en vos, algo que muchas veces es difícil. Venimos de generaciones donde mostrar vulnerabilidad era sinónimo de debilidad y antes de un partido tenía miedos, inseguridades Un deportista de alto rendimiento gana y pierde tres veces por semana. Te sentís el mejor y el peor del mundo, la gente te idolatra y al rato te dice que sos un perro. Todo es rápido, explosivo y hay que poder salir de ese vértigo a una vida lineal en donde los procesos son más largos. Te tenés que volver a enamorar de eso. Es muy fácil quedarse anclado con lo que pasa... ganar un oro olímpico, estar en un podio es un estímulo muy grande. ¿Cómo te bajás de ahí? ¿Cómo seguís con la vida normal y real? Cuesta, pero es muy reconfortante cuando lo transitás. Necesitás salir de esa no atención, no suena el teléfono. Pero si uno se deja ayudar, te deja una riqueza grande cuando vas al mundo real porque uno viene de vivir situaciones extremas que tal vez una persona las vivió una sola vez en la vida y nosotros como deportistas, miles.
¿Cómo volcás tu experiencia para asesorar a líderes, empresarios y emprendedores?
La idea es tender puentes entre el deporte de alto rendimiento y las organizaciones. Hay muchísimas similitudes, como la toma de decisiones bajo estresores, el pasaje de grupo de trabajo a equipo de alto rendimiento, la importancia de tener conversaciones difíciles desde liderazgos que generen confianza o el uso que hace hoy el deporte de elite de la tecnología y los datos. También, por supuesto, la importancia de los procesos y el recorrido para llegar a los objetivos, evitando los atajos y poniendo en valor el interés compuesto de ser un poco mejor cada día
¿De qué disfrutás hoy?
Me salvó mi curiosidad y la reflexión. A los 18, 19 años fui por la historia porque quería entender mi lugar en el universo y sacarme la presión de que el mundo gira alrededor mío. Después pasé por la filosofía, la neurociencia, leí mucho sobre budismo, religiones, cristianismo, islam, judaísmo y posretiro lo traje al cuerpo conmigo mismo en una situación más introspectiva que tiene relación con el manejo de la atención que todos nos quieren robar. Nuestra atención es el bien más codiciado; celebro las redes sociales como una herramienta increíble, pero me preocupa mucho lo difícil, por no decir lo imposible, que se hace poder hacer un buen uso de ellas. Me preocupan los más chicos y los adolescentes. Sigo el trabajo del psicólogo social Jonathan Haidt y es un tema que todavía no está en la agenda de la salud mental como debería estar. Enseñar sobre el buen uso de las redes es clave: dar herramientas, educar sobre qué es el bienestar digital, un uso equilibrado de estos nuevos medios de comunicación
Y en lo personal, ¿cómo lo manejás?
Fui y soy muy consciente de que me superan, así que decidí solo usar WhatsApp, que es un montón, pero aclaro en mi avatar: chequeo poco, contesto lento.
¿Cómo lograste esta dosis de cable a tierra después del podio?
En definitiva, gran parte de mis experiencias parten de haber convivido con los mejores y de tomarme el tiempo para observar mentes maravillosas en acción.