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Sergio Rojas, una leyenda a treinta años

Se cumplen tres décadas de la desaparición física de uno de los proyectos más interesantes del speedway pampeano.

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EL DIARIO digital

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Era verano y en las noches de calor el speedway corría -y corre- con luces en la capital de este deporte que, como el básquet, también es Bahía Blanca. 15 de enero de 1995.

Ahí, en un punto que es reunión para pilotos de la zona de Buenos Aires y la provincia de La Pampa, brillaba con luz propia un chico inteligente, futuro contador público, o ingeniero mecánico, o piloto de carreras de motos. 

Cerebral, perfeccionista al detalle y metódico, Sergio Luis Rojas tenía el futuro a sus manos. Con apenas 20 años.

En la pista del club Dublín de Bahía, en el tradicional campeonato nocturno y por la cuarta fecha, Sergio venía con una muy buena cosecha y se disponía a pelear la carrera semifinal del 500cc. El Ruso, para sus amigos, peleó la posición con Juan Carlos Curzio y ambos fueron al piso en la primera curva. Uwe Gesner, alemán, y uno de los extranjeros de esa temporada, impactó con su moto al pampeano, quien sufrió un fuerte traumatismo de cuello. Tras ello, ya nada sería lo mismo.

De inmediato fue trasladado al Hospital Municipal de Agudos Leónidas Lucero. Los médicos intentaron todo, le extirparon un riñón y el bazo, pero lamentablemente el destino del pampeano estaba escrito: a las 23:45 horas falleció y dejó un dolor inmenso en sus familiares y amigos que hasta hoy perdura. 

Promesa

Sergio fue, en su formación, un chico muy aplicado que se crió y formó a la luz de la atención de autos Citroën en el mítico taller de la calle Tomás Mason atendido por su padre y también piloto de motos Luis Ricardo. Cacho. Con sus hermanos Claudio (el mayor), Gustavo y Pipi, transitó una infancia feliz, con la amistad de los chicos de la cuadra y su proyección siempre de ir un paso más. Si una moto se pintaba de un color, él buscaba potenciar ese color para que luzca mejor; si un trofeo era de madera, él buscaba la manera de convertirlo en una obra de colección. Era, además, un finísimo tornero.

Así vivió sus años y así construyó su leyenda en el ambiente motero de la provincia y la zona. Con 18 años cumplidos, a seis de haberse subido a una moto de speedway, logró su primer éxito en el medio litro de cilindrada y un año después, en 1994, consiguió el campeonato interprovincial.

Sergio sobresalió entre pilotos de Bahía, Carhué, Bolívar, Carlos Casares, Pringles, y toda la zona pampeana, donde es posible encontrar el mejor nivel de la Argentina.  

Heinry Schatzer, el austríaco, ganó mientras Sergio peleaba por su vida. El dato es anecdótico, pero el show continuó y las preguntas volvieron a sobrevolar. El deporte, la vida, la muerte, el show. 

Lo cierto es que a partir de eso, el campeonato pasó a llevar el nombre de Sergio Rojas y su imagen, omnipresente, sobrevoló cada lugar de ese óvalo cuando el partidor se levantaba.

En Santa Rosa, su ciudad, se hicieron homenajes, una calle lleva su nombre en el barrio Aeropuerto, y lo más importante es que sus colegas y amigos lo mantienen fresco en su memoria. 

Alguna vez Emiliano Sánchez, acaso uno de los mejores pilotos argentinos de la historia de este deporte, se emocionó hasta las lágrimas y el silencio al recordarlo. "Tenía todo por delante", dijo Poty, aún tocado, a más de dos décadas de su muerte. Respeto máximo.

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