Ciencia

Descubren una nueva fuente de energía «infinita»: la teníamos delante de nosotros

El calor residual procedente de nuestro propio metabolismo, así como de otras reacciones cotidianas, puede ser una gran fuente de energía y estos científicos han aprendido a aprovecharlo.

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EL DIARIO digital

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El "quita, que me das calor" de tantas y tantas parejas a lo largo de las noches de verano de todo el mundo se podría convertir en una fuente de energía. Sí, no es broma. Los seres humanos desprendemos mucho calor residual como resultado de las reacciones químicas que conforman nuestro metabolismo. Este normalmente se disipa a la atmósfera o incomoda a esa persona que duerme contigo en los meses más calurosos. No se aprovecha. Sin embargo, un equipo de científicos de la Universidad de Limerick, en Irlanda, ha desarrollado un prototipo de dispositivo que aprovecharía ese calor para obtener electricidad.

De hecho, el objetivo no es aprovechar solo el calor que desprende nuestro cuerpo. Hay muchísimas reacciones cotidianas en las que se genera un calor residual que nunca se aprovecha. En algunos casos se trata de muchísimo calor. Por ejemplo, los coches y las máquinas de las fábricas producen mucha energía en forma de calor que nunca se llega a aprovechar.

Los científicos autores de un estudio reciente que también se ha descrito en The Conversation han buscado una forma de aprovechar ese calor. No es algo nuevo. Hace tiempo que se sabe que el calor se puede usar como fuente de energía para obtener electricidad. Sin embargo, los materiales que se utilizan normalmente son peligrosos y contaminantes. Ellos, en cambio, han logrado hacerlo con un desecho de la industria papelera, totalmente amigable con el medioambiente.

El uso del calor residual como fuente de energía se basa en el efecto termoeléctrico. Sabemos que la electricidad consiste en un flujo de electrones. Normalmente, estos se generan en una reacción de oxidación-reducción. Hay un elemento que se oxida, perdiendo electrones, que viajan hasta el elemento que se reduce (los gana). Es lo que ocurre en las pilas. Sin embargo, ese flujo de electrones también se puede obtener de otras formas. Por ejemplo, mediante una diferencia de temperatura, donde los electrones viajan del extremo más caliente al más frío.

Existen materiales termoeléctricos que, al calentarse a distintas temperaturas, pueden favorecer este efecto. El problema es que son materiales peligrosos para la salud y/o contaminantes, como el mercurio, el cadmio o el plomo. Por eso no se ha probado a usarlos ampliamente. Aun así, los autores de este nuevo estudio no se han rendido. Han basado su investigación en la búsqueda de materiales termoeléctricos más limpios y seguros. Y finalmente han dado con uno que, igual que nuestro calor residual, se estaba tirando a la basura. 

Al probar distintos materiales, estos científicos vieron que la madera también puede funcionar como material termoeléctrico. Sin duda, no es peligrosa ni contaminante, pero su uso futuro a gran escala podría contribuir a la deforestación. Esto lo convertía en una mala idea. ¿Pero y si las sustancias de la madera que tienen este efecto se pudiesen obtener de los residuos de la industria papelera?

Al analizar varios de estos residuos, descubrieron que un subproducto concreto, la lignina, funcionaba perfectamente. 

Concretamente, emplearon una membrana de lignina inmersa en una solución salina. Dicha solución actúa, igual que en las pilas, como puente para el paso de los electrones. No se necesitaba una temperatura muy alta. Bastaba con 200 ºC. La mayoría de fuentes de calor residual más comunes se encuentran por debajo de esa temperatura, de modo que se podría aprovechar como fuente de energía.

El siguiente reto es encontrar una forma eficiente de almacenar esa energía. Si lo consiguen, quizás en un futuro ese calor que tanto molesta a quienes tenemos cerca pueda servir para hacer funcionar un smartwatch de forma indefinida. Al menos, que sirva para algo. 

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