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EL DIARIO digital
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El calendario marcaba apenas los primeros días de abril, y en vastas regiones agrícolas del centro del país, las hojas verdes de soja y sorgo comenzaban a ensayar el cierre de su ciclo. Fue entonces cuando la helada temprana, imprevista para muchos y brutal en su impacto, descargó su golpe de frío sobre los campos. Con mínimas absolutas que en algunas zonas descendieron por debajo de los 0°C, la temperatura marcó un antes y un después en la campaña gruesa 2024/25.
Las heladas tempranas son un fenómeno poco frecuente, pero no por ello menos destructivo. Lo ocurrido en estos primeros días de abril, representa una amenaza concreta para los cultivos de siembras tardías, principalmente soja y sorgo, que aún se encontraban en etapas críticas de su desarrollo.
La soja de segunda, que representa un porcentaje significativo del área sembrada en muchas regiones productivas, aún transita entre las etapas reproductivas R5 (inicio de llenado de grano) y R6 (llenado completo). En esta fase, la planta necesita temperaturas templadas, buena radiación y, sobre todo, tiempo. Cada día ganado suma gramos al rendimiento. Pero una helada, especialmente si es intensa y generalizada como la actual, puede interrumpir ese proceso de forma abrupta.
Los síntomas ya comenzaron a aparecer: hojas quemadas, tallos quebradizos, vainas que se secan sin haber completado el llenado, y en los casos más graves, plantas enteras colapsadas. Es posible que muchas parcelas no alcancen el peso de mil granos esperado, o que incluso se vean complicaciones para la cosecha por vainas abiertas y granos partidos.
Las pérdidas de rendimiento podrían ser muy significativas. Si bien el impacto dependerá de la intensidad de la helada y del estadio puntual de cada lote, en muchas zonas ya se estiman recortes de entre 20 y 40% respecto de los potenciales. En campos con suelos más bajos, propensos a registrar temperaturas más frías, el daño es aún mayor.
El sorgo, por su parte, es una planta de ciclo más largo y en las siembras tardías o de segunda, que en muchas regiones aún están atravesando el llenado de grano, el efecto de una helada temprana puede ser determinante.
En las panojas que no han terminado de consolidar el grano, el frío puede detener de golpe el proceso de maduración, afectando tanto la calidad como la cantidad. Granos chuzos, mal formados, y una mayor presencia de vainas sin fecundar serán consecuencias visibles en las próximas semanas. En casos extremos puede ocurrir una desvascularización completa de la panoja respecto de la planta, con la consecuente senescencia de la misma.
Además, el sorgo helado presenta una vulnerabilidad extra: el riesgo sanitario. Con los tejidos dañados por el frío, la entrada de hongos como Fusarium o bacterias oportunistas es mucho más fácil, lo que puede derivar en pudriciones y pérdida de calidad comercial. Esto no sólo complica la venta, sino que puede transformar un cultivo utilizable en forraje en un pasivo sanitario para el rodeo ganadero.
En el caso del maíz tardío, el efecto ha sido más localizado. Muchas siembras ya se encontraban en grano pastoso o duro, con lo cual el impacto directo de la helada es limitado. Sin embargo, en zonas de ciclo más largo o con siembras más tardías, todavía pueden presentarse efectos negativos sobre el llenado final.
Más allá del daño directo, un aspecto relevante a considerar es la aceleración forzada del secado. Una helada puede adelantar la madurez fisiológica de forma abrupta, lo cual influye en la calidad del grano y en la logística de cosecha. En maíces con espigas aún verdes, una helada intensa puede interrumpir el flujo de azúcares y dejar el grano con menor peso hectolítrico, afectando el rinde comercial.
En conclusión, el primer paso es evaluar lote por lote. Las imágenes satelitales, los recorridos a campo y las evaluaciones fisiológicas permitirán dimensionar el daño y planificar la cosecha. En muchos casos, adelantar la trilla puede ser una estrategia para salvar calidad antes de que el grano comience a deteriorarse.
Para los productores ganaderos la soja de segunda o el sorgo pueden transformarse en puentes forrajeros. Será crucial revisar el valor nutricional de los cultivos helados antes de asignarlos como pastura o ensilado. En algunos casos, los niveles de nitratos pueden elevarse tras una helada, representando un riesgo para el ganado.
En tanto para los empresarios agrícolas lo mas sensato será asumir la perdida, limpiarse "el polvo que dejó el porrazo", dejando esa masa verde como cultivo de cobertura, siendo un excelente punto de partida para el maíz o soja del año que viene.
También será momento de hacer números. Las cartas ya están echadas, y más allá de las pérdidas, muchos productores enfrentarán compromisos financieros con menor respaldo productivo. En este contexto, es clave activar estrategias de cobertura, renegociar compromisos y, sobre todo, contar con buena información para tomar decisiones de siembra en la próxima campaña.
La helada de abril 2025 quedará en los registros como una de las más nocivas de las últimas décadas. Sus consecuencias aún se están escribiendo en los campos, pero ya nos deja lecciones: la importancia de diversificar fechas de siembra y cultivos, la necesidad de estar atentos a los pronósticos agrometeorológicos y el valor de contar con herramientas de gestión de riesgo como seguros agrícolas bien diseñados.
El campo argentino tiene una capacidad enorme de resiliencia. Pero también necesita previsibilidad y herramientas para enfrentar estas inclemencias. Lo ocurrido no fue sólo un fenómeno climático: es una llamada de atención sobre cuán expuestos estamos, y cuán importante es anticiparse a lo inesperado.
(*) Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP