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EL DIARIO digital
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La Pampa, una de las principales regiones agrícolas y ganaderas de Argentina, ha recibido un alivio necesario en forma de lluvias generalizadas durante el último fin de semana y los primeros días de la semana. Estas precipitaciones, aunque dispares, trajeron algo de esperanza a los productores en medio de una campaña marcada por la sequía y las altas temperaturas.
Los registros de lluvia oscilaron entre apenas 10 milímetros en algunas zonas y hasta 140 milímetros en otras, con un promedio cercano a los 25 milímetros en la mayoría de los casos. Si bien esta cantidad es insuficiente para revertir por completo el déficit hídrico acumulado y las demandas actuales de los cultivos en pleno verano, sirvió para detener momentáneamente el deterioro de los cultivos y ganar tiempo.
El aporte hídrico, combinado con una notable reducción en las temperaturas máximas y una menor incidencia solar, genera condiciones favorables para estabilizar los cultivos de soja y maíz. Las regiones que registraron precipitaciones superiores a 40 milímetros tienen altas probabilidades de alcanzar buenos rendimientos si el clima de febrero continúa acompañando.
En el ámbito ganadero, las lluvias prometen estimular el crecimiento de las praderas perennes. Con la combinación de humedad y temperaturas cálidas, se espera una rápida acumulación de materia seca, vital para el forraje necesario en este contexto crítico.
Mientras los productores pampeanos celebran la llegada de las lluvias, el escenario político y económico también trajo novedades relevantes. El gobierno nacional anunció una reducción temporal y parcial de las retenciones a las exportaciones agrícolas, lo que ha sido recibido como un gesto positivo, aunque no exento de críticas y escepticismo.
Los cambios en las alícuotas se aplican de la siguiente manera:
-Soja: pasa del 33% al 26%.
-Derivados de soja: reducidos del 31% al 24,5%.
-Trigo, cebada, maíz y sorgo: del 12% al 9,5%.
-Girasol: del 7% al 5,5%.
-Economías regionales (azúcar, algodón, tabaco, entre otras): reducción permanente a alícuota cero.
Aunque esta decisión apunta a incentivar la liquidación de exportaciones, las condiciones adjuntas, como la obligación de liquidar el 95% de las divisas dentro de los 15 días hábiles tras la Declaración Jurada de Venta al Exterior (DJVE), generan dudas sobre el verdadero objetivo de la medida.
La implementación de estas reducciones parece más vinculada a la necesidad urgente de dólares para sostener la política económica que a un cambio estructural en la relación fiscal con el agro. Las reservas del Banco Central siguen en niveles críticos, y la falta de generación de divisas por parte de sectores como la minería o Vaca Muerta obliga al país a depender casi exclusivamente del campo.
Esto ha dejado al agro como la "caja de emergencia" de la economía argentina. Sin embargo, los precios internacionales deprimidos, el impacto de la sequía y las dificultades para recomponer márgenes en dólares ponen en jaque la sostenibilidad del sector.
Si bien la baja temporal de retenciones es una señal en la dirección correcta, es difícil que provoque un aumento significativo en la comercialización por parte de los productores. La incertidumbre respecto a futuras políticas fiscales y cambiarias, sumada a la presión de costos en pesos, fomenta una postura conservadora entre los empresarios rurales.
Además, la menor proyección de cosecha de soja y maíz debido a la sequía plantea interrogantes sobre la capacidad del sector para cumplir con las expectativas gubernamentales de generación de divisas. La zona núcleo agrícola, tradicionalmente la más productiva, enfrenta caídas en el rendimiento que repercutirán en toda la economía.
En conclusión, el anuncio de la reducción de retenciones, aunque bienvenido, debe interpretarse como un paliativo más que como una solución de fondo. El sector agropecuario argentino necesita políticas sostenibles que reduzcan la presión fiscal y fomenten la inversión, especialmente en un contexto donde la volatilidad de los mercados internacionales complica aún más la producción.
Mientras tanto, los productores celebran las lluvias como una tregua en una campaña que parecía perdida. Sin embargo, el éxito final dependerá del clima de febrero, tanto como de la capacidad del gobierno para seguir generando confianza y estabilidad en la economía del país.
(*) Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP