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"La Pampa al límite: ola de calor y sequía extrema amenazan la cosecha gruesa"

Por Mariano Fava- Ingeniero Agrónomo  (MP: 607 CIALP) Posgrado en Agronegocios y Alimentos @MARIANOFAVALP

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EL DIARIO digital

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Con temperaturas que superan ampliamente los 35°C y un sol abrasador que no da tregua, los cultivos de verano en La Pampa enfrentan una situación crítica. Tras una primavera seca que dejó reservas de humedad insuficientes en los perfiles de suelo, la actual ola de calor está llevando a los cultivos al borde del colapso, mientras todos los ojos están puestos en las lluvias pronosticadas para el 17 y 18 de enero próximo. Si estas precipitaciones no se concretan, las pérdidas podrían ser catastróficas e irreversibles para la cosecha gruesa, incluyendo soja, girasol, maíz y sorgo.

A lo ya expuesto hay que agregar que la recientemente finaliza cosecha fina arrojó resultados de quebrantos. Con rindes obtenidos muy por debajo del promedio histórico, alrededor de los 14 quintales por hectárea o menos según la región que se analice, ha colocado a las empresas agrícolas en un contexto delicado.

La falta de lluvias significativas desde octubre ha provocado que los suelos pampeanos exhiban un alarmante déficit hídrico. La ola de calor intensifica el estrés en los cultivos, especialmente en estadios críticos de desarrollo como floración en girasol y maíces temprano. La combinación de temperaturas extremas y la insuficiencia de humedad disponible limita procesos esenciales como la fotosíntesis, reduciendo drásticamente el potencial de rendimiento.

Los cultivos que lograron establecerse ahora enfrentan el doble desafío de un suelo carente de humedad y un clima extremo. Si las lluvias de la próxima semana no cumplen con las expectativas, las pérdidas serán definitivas.

El impacto de la sequía no se limita al estrés hídrico y térmico. Las condiciones secas y calurosas están favoreciendo la proliferación de plagas como las arañuelas en soja y las isocas en gramíneas estivales como maíz y sorgo.

Las arañuelas, que prosperan en climas cálidos y secos, están causando daños significativos al atacar las hojas de la soja, interrumpiendo el proceso fotosintético y debilitando las plantas. Por su parte, las isocas, en sus diferentes especies, están devorando hojas y tallos, afectando directamente el crecimiento y el rendimiento.

La presión de plagas se ha intensificado en las últimas semanas. Esto implica costos adicionales en monitoreo y control químico, algo que golpea aún más a los productores, ya afectados por los costos crecientes de insumos y la incertidumbre climática.

El pronóstico climático para mediados de enero es el único rayo de esperanza en un panorama desolador. Modelos meteorológicos sugieren la posibilidad de lluvias durante los días 17 y 18, con acumulados que podrían aliviar momentáneamente el estrés hídrico de los cultivos. Sin embargo, la distribución y el volumen de las precipitaciones serán determinantes. En caso de que estas lluvias no se materialicen o sean insuficientes, la capacidad de recuperación de los cultivos será mínima, sellando el destino de la campaña agrícola en muchas zonas de La Pampa y el país todo.

Las consecuencias de una mala campaña no se limitan al sector agrícola. En una provincia donde el agro es motor económico, una caída significativa en la producción de soja, girasol, maíz y sorgo afecta a toda la cadena de valor, desde transportistas hasta proveedores de insumos y cooperativas agrícolas.

Además, el estrés financiero de los productores podría incrementarse si deben recurrir a financiamiento para afrontar deudas o planificar la próxima campaña, en un contexto de precios internacionales bajos, altos costos de producción y tasas de interés por las nubes.

En resumen, la campaña agrícola 2024-2025 está en una encrucijada. La ola de calor que azota a La Pampa esta semana, sumado a la falta de humedad en los suelos dejas a los productores con poco margen de maniobra para desplegar estrategias defensivas, quedando absolutamente vulnerables frente a los eventos climáticos extremos que acontecen. Mientras tanto, se aferran a la esperanza de que lleguen las lluvias prometidas y que sean suficientes para salvar parte de los cultivos evitando pérdidas mayores.

En una región donde la agricultura es mucho más que un sustento económico, sino también una forma de vida, se plantea el desafío de adaptarse al clima que impone sus reglas.

Mariano Fava- Ingeniero Agrónomo 

(MP: 607 CIALP)

Posgrado en Agronegocios y Alimentos

@MARIANOFAVALP

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