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¿Cultivo de segunda o barbecho largo? Cómo decidir en un año "Niña"

Por Mariano Fava (*)

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EL DIARIO digital

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El manejo eficiente del agua es siempre un tema central en la agricultura, pero cobra especial relevancia en años con pronóstico de "Niña", cuando las precipitaciones tienden a estar por debajo de la media histórica. En estos contextos, los productores enfrentan un dilema clave: optar por un barbecho largo para acumular agua en el suelo o aprovechar el terreno con un cultivo de segunda o de cobertura que permita generar beneficios adicionales.

El barbecho largo, históricamente utilizado para maximizar la acumulación de humedad en el suelo, sigue siendo una herramienta válida en ciertos escenarios. Por ejemplo, en lotes destinados a cultivos de cosecha, pasturas o verdeos tempranos, esta técnica asegura que el agua disponible se utilice eficientemente en etapas críticas del cultivo. Sin embargo, esta estrategia no está exenta de limitaciones. Cuando el suelo permanece desnudo, pierde la protección de una cobertura viva, lo que lo expone a la erosión y disminuye la fertilidad biológica. Además, si bien economiza agua a corto plazo, puede llevar a un desperdicio de precipitaciones que no son almacenadas por un suelo ya saturado o con capacidad de campo limitada.

Por otro lado, existe una alternativa que desafía los paradigmas tradicionales: mantener raíces vivas en el suelo durante todo el año mediante cultivos de cobertura o de segunda. Este enfoque, cada vez más popular en sistemas de siembra directa, tiene múltiples beneficios. Las raíces vivas no solo estabilizan el suelo frente al pisoteo animal en sistemas mixtos, sino que también generan exudados radiculares que alimentan microorganismos beneficiosos y mejoran la estructura edáfica. A través de este proceso, se pueden aportar entre 0,8 y 2 toneladas de materia orgánica por hectárea anualmente, incrementando la fertilidad del suelo y favoreciendo procesos naturales como la formación de agregados estables.

Un ejemplo práctico de esta estrategia es la implementación de cultivos de cobertura con leguminosas como la vicia. Este tipo de cultivo no solo protege el suelo, sino que además fija nitrógeno atmosférico, con valores medidos de hasta 60 kg/ha o más. Este aporte equivale a un ahorro potencial de 90 dólares por hectárea en fertilización nitrogenada, considerando un precio promedio de 1,5 dólares por kilogramo de nitrógeno aplicado. Además, el cultivo de cobertura puede convertirse en un recurso forrajero estratégico, especialmente en años secos donde la producción de pasto suele ser limitada.

Otro aspecto clave en años "Niña" es la eficiencia del uso del agua. Mientras que el barbecho tradicional acumula humedad a costa de reducir la actividad biológica del suelo, los cultivos de segunda permiten que el agua de lluvia sea aprovechada para generar biomasa y mantener activa la biología del sistema. Aunque esta práctica podría implicar una ligera disminución en el rendimiento individual de un cultivo principal, el beneficio global para el sistema suele ser superior, al aumentar la producción total y diversificar los ingresos del productor.

En un contexto de déficit hídrico, donde cada milímetro de agua cuenta, es fundamental analizar en profundidad las ventajas y desventajas de cada estrategia. Un barbecho bien manejado puede ser crucial en suelos de baja capacidad de almacenamiento de agua, mientras que, en terrenos con mayor potencial hídrico, un uso más intensivo del suelo mediante cultivos de cobertura o de segunda puede ser una alternativa más rentable y sustentable.

En resumen, en años "Niña", la decisión entre barbecho largo o cultivos intermedios no debe basarse únicamente en la acumulación de agua, sino en una visión integral del sistema. Mantener raíces vivas, aportar materia orgánica, mejorar la estructura del suelo y optimizar el uso del agua son prácticas que no solo aumentan la productividad, sino que también aseguran la sustentabilidad del sistema a largo plazo. En un escenario como el actual, estas decisiones no solo afectan el presente, sino que determinan el futuro de la agricultura en regiones semiáridas y vulnerables como las de la provincia de La Pampa.

Mariano Fava- Ingeniero Agrónomo

(MP: 607 CIALP)

Posgrado en Agronegocios y Alimentos

@MARIANOFAVALP

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