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EL DIARIO digital
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La cosecha de trigo en La Pampa avanza en un contexto de condiciones climáticas adversas y expectativas de bajos rendimientos. La producción en la provincia se encuentra muy por debajo de los promedios históricos, afectada por la sequía prolongada que ha marcado el año agrícola. Con un rendimiento estimado de entre 15 y 18 quintales por hectárea, los números contrastan fuertemente con los valores registrados en las últimas campañas, que rondaban los 22 a 25 quintales por hectárea. Esta caída en la productividad representa una de las consecuencias más graves de una sequía que ha golpeado fuertemente la principal actividad económica de la región.
Bajos rendimientos y la escasez de humedad:
La merma en los rendimientos del trigo no es el único desafío que enfrentan los productores pampeanos. Los suelos de la provincia, tras la falta de lluvias significativas, presentan una baja o nula reserva de humedad, lo que dificulta el establecimiento de cultivos de segunda. Este fenómeno ha obligado a los productores a tomar decisiones difíciles, ya que la siembra de cultivos de segunda, como la soja y el maíz, se ha vuelto una apuesta sumamente riesgosa.
Los trabajos de siembra sobre rastrojos de cereales de invierno avanzan de manera lenta y discontinua. Las labores se realizan a medida que caen algunos chaparrones, que proporcionan la mínima humedad necesaria para que los cultivos puedan germinar. Sin embargo, los pronósticos meteorológicos no son favorables para las próximas semanas, lo que aumenta la incertidumbre entre los agricultores.
Pronósticos desalentadores y la esperanza en la estadística:
A pesar de que las previsiones meteorológicas no auguran precipitaciones importantes en los próximos 10 a 15 días, los productores se aferran a la esperanza de que se repita el comportamiento climático de años anteriores. La expectativa es que, en algún momento de diciembre, se produzcan lluvias que acumulen los milímetros de agua necesarios para permitir el crecimiento de los cultivos. Sin embargo, la confianza en la ocurrencia de estos eventos está disminuida por el contexto de sequía que ha marcado este ciclo agrícola.
La falta de lluvias suficientes tiene repercusiones directas sobre las decisiones de siembra, especialmente en lo que respecta a la siembra de cultivos de cosecha gruesa, como la soja y el maíz. En este sentido, se observó una tendencia a implantar estos cultivos mucho más tarde de lo habitual, con demoras de hasta 15 días respecto a los tiempos normales.
La siembra de soja y maíz de segunda: un panorama incierto:
Uno de los efectos más evidentes de la crisis climática es la disminución en el área destinada a la siembra de soja y maíz de segunda. La falta de humedad en el suelo y las bajas expectativas de precipitaciones en el corto plazo están llevando a los productores a replantearse sus estrategias de siembra. En particular, se prevé que tanto la soja como el maíz de segunda verán reducidas sus áreas de siembra en comparación con otros años.
A esta dificultad se suma la disminución en el uso de tecnología, especialmente en lo que respecta a la fertilización. La fertilización de los cultivos requiere una inversión considerable, y en un escenario de incertidumbre como el actual, muchos productores se muestran reacios a gastar en insumos si no tienen garantías de un retorno favorable. Esta situación genera un círculo vicioso: menos tecnología aplicada significa menor rendimiento potencial, lo que a su vez incrementa la incertidumbre en torno a la viabilidad económica de los cultivos.
El impacto del contexto macroeconómico: prudencia y cautela:
Además de los factores climáticos, el sector agrícola se enfrenta a un contexto macroeconómico complejo que también influye en las decisiones de los productores. La situación financiera de muchos agricultores es incierta, y la falta de liquidez está haciendo que se prioricen decisiones más conservadoras. En este sentido, la cautela se ha instalado en el sector, lo que ha generado una disminución en la aplicación de tecnologías de alto costo y una apuesta a lo seguro.
El panorama es claro: la falta de lluvias y las bajas perspectivas para el futuro cercano han generado un clima de desconfianza en los agricultores. Solo la ocurrencia de lluvias intensas, que alcancen los 50 milímetros o más antes de que finalice el año, podría modificar este escenario y dar un respiro a los productores.
Conclusión - un año difícil para el agricultor pampeano:
En resumen, la cosecha fina 2024-2025 en La Pampa será recordada como una de las más desafiantes de los últimos años. Los productores se enfrentan a rendimientos bajos en el trigo, la imposibilidad de sembrar a tiempo cultivos de segunda y la escasez de recursos hídricos, lo que está afectando gravemente las expectativas de cosecha de soja y maíz. A esto se suman los altos costos de producción, la falta de tecnología aplicada y un contexto macroeconómico que fomenta la prudencia y la cautela.
La falta de lluvias significativas en el corto plazo podría agravar aún más la situación, y solo una mejora en las condiciones climáticas podría salvar lo que queda de la campaña agrícola. Sin embargo, en este entorno de incertidumbre, los agricultores pampeanos deberán ser resilientes, adaptándose a las circunstancias y esperando que el clima y los mercados les brinden alguna oportunidad de recuperar parte de las pérdidas sufridas.
(*) Ingeniero Agrónomo (MP: 607 CIALP) -Posgrado en Agronegocios y Alimentos- @MARIANOFAVALP