Ambiental

El problema de la basura, ¿de quién es la culpa?

En la columna ambiental de hoy abordamos la temática de los Residuos Sólidos Urbanos, más específicamente plástico. ¿Qué impacto tiene y cómo podemos disminuir su cantidad?

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EL DIARIO digital

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Por Florencia Srur (*)

Usualmente, cuando hablamos de consumismo o del hábito de consumir, pensamos en la materia prima que se consume, pero no en su envoltorio. Dicho de manera más simple, si compramos muchas cosas porque las deseamos, las queremos y tenemos la posibilidad de adquirirlas, no nos fijamos en el empaque. Hablo en términos generales.

Hagamos un ejercicio mental. Imaginemos que vamos a comprar un celular en una página de compra online. Elegimos el que nos gusta y podemos pagar, lo compramos y nos lo traen a nuestra casa. En el momento en que lo recibimos, encontramos un primer envoltorio de plástico embalado con cinta, luego una bolsita de plástico más, seguido de una caja. Dentro de esta caja hay más plástico para contener el celular y, si viene con accesorios como cargador o auriculares, cada uno está en una bolsita de plástico diferente. ¿Qué hacemos con todo ese plástico accesorio? Probablemente lo tiremos a la basura.

Así como acabamos de hacer el ejercicio de pensar en la compra de un teléfono celular, tan corriente y usado, invito a cada persona que lee esta columna a imaginar la cantidad y el material de los envoltorios de todo lo que compren. Desde un alfajor hasta una televisión de muchas pulgadas. También, a reflexionar sobre qué hacemos con esos plásticos, cartones y papeles que empaquetan todo.

No vengo a imponer un sentido de culpa a nadie. Como ciudadanos, no somos responsables directos de la cantidad de envoltorios que tienen los productos. Pero, si entendemos y comprendemos qué es un Residuo Sólido Urbano (R.S.U.), de dónde proviene y qué efecto causa en el ambiente, podemos tomar decisiones personales para reducir la cantidad de residuos, reutilizar o reciclar los mismos. Esto puede motivar a algunas empresas a optar por envoltorios biodegradables (es decir, compostables, como explicamos en columnas anteriores) o a apoyar emprendimientos sustentables.

Voy a dar un ejemplo real: una heladería en Buenos Aires ofrece un descuento si llevas tu propio recipiente para el helado. Es sustentable, genera menos residuos y es más económico para el comprador. Hay muchos ejemplos similares, desde confiterías de café al paso donde puedes llevar tu propia taza térmica, hasta tiendas que venden productos a granel sin empaquetado previo.

Ahora viene la pregunta clave: ¿de qué nos sirve querer generar menos R.S.U.? Como vimos en columnas anteriores, nosotros somos parte del medio ambiente y, a diferencia de lo que muchas personas creen, no somos seres que miran la "naturaleza" desde un pedestal. Todo lo que afecta al medio ambiente afecta nuestra calidad de vida. Los plásticos no se degradan; se fragmentan en piezas microscópicas. ¿Dónde terminan? Toda la basura del mundo acaba inevitablemente en los mares y océanos debido a los ciclos naturales del planeta. En los océanos, los peces ingieren microplásticos, a menudo de manera involuntaria. Estos peces mueren envenenados por el microplástico acumulado, y otras especies acuáticas sufren estrangulamiento por las bolsas y envoltorios. Pero eso no es todo: los peces que no mueren son pescados y luego consumidos por nosotros. Así, terminamos contaminando nuestro cuerpo con plástico.

No estoy diciendo que dejemos de consumir. Somos seres sociales que trabajamos y queremos darnos ciertos gustos o simplemente comprar comida o elementos necesarios. La conciencia ambiental no debe tratar de culpabilizar a los consumidores, sino de cambiar el sistema desde abajo hacia arriba. Si muchas personas cambian sus hábitos, las empresas pueden cambiar los suyos. De paso, conservamos el ambiente, porque ningún ser vivo quiere comer plástico.

(*) Ingeniera en Recursos Naturales y Medio Ambiente, UNLPam. Email: [email protected]

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