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EL DIARIO digital
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Luego de otra jornada de manifestación pacífica frente al domicilio de CFK que incluyo el saludo personal de la vicepresidenta a los manifestantes, la policía de la Ciudad de Buenos Aires volvió sin que medien incidentes ni amenazas. La Cámpora denunció que avanzaron los camiones sobre "20 pibes sentados pacíficamente".
"No sé qué político de la oposición podría acercarse a la gente y despertar tanto amor como Cristina", dice Rosalía, una joven que este domingo estuvo desde temprano en la ya emblemática esquina de Juncal y Uruguay para expresar su apoyo a Cristina Fernández de Kichrner, y logró una foto con ella. Porque Cristina salió de su domicilio en Recoleta este mediodía; allí la saludó a Rosalía y volvió poco antes de las ocho. En cada ocasión saludó, firmó libros, hizo fotos y agradeció a los manifestantes que continuaban con la vigilia iniciada el lunes pasado al conocerse el pedido de condena que busca proscribirla a partir de la causa "Vialidad".
Fue así hasta que ya entrada la noche, las calles volvieron a despejarse y aun así, el gobierno porteño anunció que la infantería se encontraba otra vez en la zona, y al acecho. Y que volverían a actuar si la manifestación interrumpía la circulación. La movilización se despejó, pero las calles fueron tomadas hasta las 22.15 por los carros de asalto que sí ocuparon las calles por tres cuadras consecutivas, más de veinte motos con efectivos armados y dos hidrantes a la vista, producto de una nueva decisión desacertada de la derecha, en pie de guerra, frente a un pueblo movilizado que expresa sin conflictos, su amor incondicional a CFK.
La Cámpora denunció que el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, avanzó con camiones hidrantes de la Policía de la Ciudad para "amedrentar a 20 pibes sentados pacíficamente en la vereda", que se manifestaban en apoyo a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, en las inmediaciones de su casa.
Ganar la calle
"Lo que das con amor vuelve multiplicado", el tono de la frase expresa una profesión de fe. Pero Sergio, quien la pronuncia este mediodía frente al domicilio de CFK no es religioso. Es un trabajador de la economía social, es "ambulante" explica, y desde el martes sigue cada paso de "la jefa" para manifestarle su compromiso con "las ideas y las acciones" que ella inspira. "Ella nos da su amor y eso vuelve, por eso nosotros volvemos cada día, porque ella es la líder más grande de este país", razona Sergio. Eso es lo que la derecha intenta jaquear, tanto desde el poder judicial con el pedido de condena a CFK que provocó "esta reagrupación del peronismo", explica Alberto --un remisero que llegó de Lomas del Mirador--, como con la innecesaria hostilidad expresada el sábado con el vallado alrededor de su domicilio y la represión policial sobre los manifestantes ordenada por Horacio Rodríguez Larreta. Un dispositivo que increíblemente se reactivó este domingo por la noche con una desmesurada presencia policial, aunque hasta la medianoche no habían ocurrido incidentes.
Quizá fue porque "ayer les ganamos la calle, tuvieron que levantar las vallas, tuvieron que ceder", como sentencia Sergio al mediodía del domingo, mientras sonríe. No alcanzó la represión ni los actos de provocación: entre otros, la colocación de dos containers cargados de escombros y ladrillos rotos en Paraná y Santa Fe, mientras se desarrollaba la multitudinaria y pacífica manifestación de apoyo a CFK, como incitando a la confrontación con la policía porteña. No ocurrió. "No pudieron, la calle es nuestra, una vez más", explica Sergio mientras aplaude a los coches que, pasado el mediodía, circulan por la esquina y tocan bocina en adhesión al apoyo popular movilizado tras la figura de la vicepresidenta.
Domingo sin vallas
Este domingo no hubo vallas, y hasta la noche no se vio policía antimotines. Y quienes se habían apostado frente a la puerta de su domicilio pudieron intercambiar con CFK saludos emocionados. Tanto a mediodía como a la noche Cristina firmó ejemplares del libro "Sinceramente", se sacó fotos y agradeció a quienes estaban allí. Al mediodía, mientras la calle estaba libre, los mismos manifestantes controlaban que nadie bajara de la vereda. Una actitud "disciplinada desde el amor y el respeto, algo que ellos, de la derecha, no pueden comprender", evalúa una vecina de "acá cerca", directora de escuela, mientras hace flamear "la wiphala, la bandera de los pueblos originarios".
"Ella es nuestro sostén, la esperanza y la única que puede hacer realidad la construcción de un país más solidario, por eso hay que cuidarla, y cuidar este amor que nos tenemos" detalla Mirta que es médica y llegó de Caballito. Habla de esos 12 años donde "se recuperaron los derechos", y se emociona. "Escuchas a la gente y te das cuenta que hablan con fundamento, la gente sabe por qué está acá", añade Amalia, que observa todo desde la esquina y se mece al compás de las consignas.
Sin caer en la provocación
"También me llamo Cristina y tengo su misma edad", cuenta una profe de historia que vino desde Barracas. "No soy peronista, pero con Néstor y Cristina vi que la política de derechos humanos podía convertirse en realidad", explica. El paradigma de esa perspectiva permite hoy "no caer en provocaciones" agrega. "Nuestro pueblo ya lo sabe, acá nadie hizo justicia por mano propia cuando la violencia política nos había dejado 30.000 compañeros desaparecidos" suma otra mujer que por su aspecto podría ser una vecina de Recoleta, pero es maestra jubilada y vive en Flores.
La gente fue llegando sin prisa y sin pausa, en forma persistente. Alrededor de las cinco de la tarde, con la llegada de una columna del Ateneo Néstor Kirchner de Ituzaingó, los cientos de simpatizantes que se mantenían en las esquina coparon la calle. Y las cuatro agente de tránsito que monitoreaban la circulación se desplazaron hacia las esquinas aledañas para desviar a los automovilistas de "la esquina de Cristina".
"Cuando ella gobernaba se explaya Alberto yo trabajaba en (González) Catan y en La Salada, tenía remis, y la gente entraba al coche por la ventana porque no se podían abrir las puertas de lo viejos que eran los coches, eran lugares tremendamente pobres, pero el fin de semana sentías olor a parrilla, la gente tenía su asado, nos podíamos ir de vacaciones, los chicos podían ir a la escuela, y hasta pudimos cambiar el coche" relata. Debajo de una capucha azul y con barbijo negro, la piel oscura destaca su mirada atenta mientras las sombras del atardecer comienzan a cubrir el baile colectivo que sigue al ritmo de las consignas, y de una revitalizada marcha peronista.
Fuente: Página/12